¿Qué rayos hacía aquí? Es decir, entiendo que estaba un poco mal por el tema de mi familia, pero el venir a casa de Jimin y estar en su habitación sobrepasaba mis límites. Nunca he sido el tipo de chica que los chicos llevan a casa para... bueno, para... eso. Y, definitivamente, no quería estar aquí con él para hacer eso.
—Jimin, déjame salir. Yo...
—Silencio. Siéntate, por favor. No voy a hacer nada. —De inmediato, lo miré. ¿Cómo sabía que estaba incómoda por esas precisas razones? No quise analizar más la situación, por lo que tomé asiento en el borde de su cama. Mi imaginación hizo de las suyas, haciéndome pensar en todas las chicas que Jimin había traído a su cuarto y la clase de cosas que debían haber hecho en esta cama.
Jimin se agachó frente a mí, tomando mis manos con cuidado y llamando mi atención. Lo miré un poco y este me dedicó una leve sonrisa.
—Lamento traerte aquí. Sé que no quieres estar en este lugar por más tiempo, pero mi nana estaba tocando un tema que... —Suspiró pesadamente—. Solo, no sabe de qué habla. Ella...
—Shh, entiendo. Lamento haberme puesto así. —Apreté levemente sus manos. Jimin observó mi rostro en silencio y secó suavemente mis lágrimas con su pulgar.
—Dos cosas. Primero, no tienes porqué pedir disculpas por llorar. Lo que pasó hoy fue bastante fuerte para ti o, al menos, eso creo. Debió ser fuerte. ¿Fue fuerte, cierto? —Asentí levemente—. Segundo, yo... no quiero sonar grosero, pero cuando me dijiste que no entendías por qué me preocupaba por ti, yo... Quiero que entiendas que no me preocupo por ti, ¿de acuerdo? Es solo que no me gusta que la gente a mi alrededor esté triste. Eso no es nada cool. Soy un chico popular y siempre estoy rodeado de gente alegre y divertida; no de tontos depresivos con un montón de problemas. —Lo miré indignada. ¿Qué rayos estaba intentando decirme?—. No estoy diciendo que seas depresiva ni tonta; es solo que...
—Creo que quedó muy claro lo que querías decir, Jimin —le respondí algo molesta.
—No. No entendiste. Escucha. —Suspiró—. Mira... Sé que no somos amigos, que no tenemos casi nada en común, que no hablamos ni pasamos tiempo juntos en público... pero mi vida es mucho más complicada de lo que imaginas. Tengo una imagen que proteger en la secundaria. Mi reputación depende de lo que proyecto y, en definitiva, no será nada bueno si me ven con alguien como... —Su voz se desvaneció repentinamente.
—¿Con alguien como qué, Jimin? ¿Con alguien como yo? ¿Por qué? ¿Porque soy muy poca cosa para alguien como tú? ¿Porque soy buena en química y porque no me gustan los deportes? ¿Porque no uso mi falda tres centímetros bajo mi trasero o me inclino sugestivamente ante los profesores cuando les voy a preguntar algo? ¿Porque tengo problemas estúpidos que no son nada para alguien tan cool como Park Jimin?
Jimin enmudeció.
—Quiero ser alguien fuerte, Jimin. Siempre he sido muy testaruda y tengo un carácter de los mil demonios, pero jamás he logrado ser lo suficientemente fuerte. Todo esto que pasó solo me hizo sentir aún peor. Y ahora tú... Tú solo llegas y lo empeoras todo. —Empecé a sollozar—. Y ahora me detesto por estar llorando frente a ti, cuando ni siquiera entiendes lo que es que tus padres no estén contigo como deberían.
La mirada de Jimin se oscureció de repente.
—No vuelvas a decir eso. Créeme cuando te digo que lo entiendo mejor que nadie. —Tomó un respiro antes de continuar—. Y para acabar con esto, déjame decirte algo. Me caes bien, ¿oíste? Esa es la única razón por la que sigo hablando y bromeando contigo cuando me ayudas con química, y es la única razón por la que estás aquí ahora. No significa que me importes ni que me preocupe por ti. Tan solo me pareces graciosa y... ¡Ah! ¿Yo qué sé? ¿Acaso tengo que estar dándote explicaciones de todo lo que hago? Deberías estar agradecida de que te traje aquí, en lugar de dejarte en tu casa enfrentando todo eso —terminó gritando.
...
Silencio. Más silencio. Pasaron minutos antes de que alguno de los dos volviera a hablar. Jimin se había sentado en el suelo frente a su cama y yo había recogido mis piernas, mientras jugaba con mis manos sobre mi regazo y cerraba los ojos, intentando tranquilizarme. El día había sido muy fuerte para mí. Estaba cansada, quería llorar por mi familia y, sin duda, quería golpear a Jimin por ser tan idiota. Entendía que solo era su tutora y que no era importante para él, pero algo dentro de mí no podía dejar de preguntarse por qué se tomaba la molestia de hacer lo que hacía.
Por un momento, solo deseaba dejar de pensar; dejar que todo se desvaneciera y relajarme, pero no encontraba nada que tuviera ese efecto en mí. Nada, excepto... Abrí mis ojos y observé a Jimin concentrado en su alfombra. Sabía que lo que le pediría a continuación sería algo demasiado irónico, teniendo en cuenta que ambos estábamos algo molestos. Pero no podía más. Necesitaba sentir ese adormecimiento que sus labios provocaban en mí y sentir esa seguridad efímera que me daban sus brazos. En este momento, necesitaba a Park Jimin.
—Oye, tú —lo llamé. Él me miró y pude notar que su ceño estaba fruncido, como si hubiera estado pensando en algo por un largo rato—. Necesito que me hagas un favor. —Él asintió—. Yo... quiero que me beses —le dije, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojaban y viendo cómo sus ojos se ampliaban.
—¿Qué me estás pidiendo, Young Mi? Digo, ¿por qué ahora? —preguntó un Jimin atónito. No creí que este chico fuera capaz de negarle un beso a alguien.
—Yo... ¡Ah! Olvídalo. Esto es una tontería. Solo pensé que, tal vez... —le dije, mientras me levantaba y hacía mi camino hacia la puerta de su habitación. Jimin fue más rápido y tomó mi tobillo antes de que pudiera dar otro paso. Me detuvo y me haló fuertemente, haciéndome caer sobre su regazo.
—Espera un momento —dijo, sujetándome por la cintura y atrayéndome levemente más cerca de él. Estábamos cara a cara, sentados en el piso frente a su cama. Y yo sobre su regazo. Sobre él. ¿Qué era esto? Nunca antes habíamos estado así—. ¿En realidad quieres que te bese? ¿Ahora? —preguntó suavemente.
—Por favor.
Y, antes de poder terminar la frase, me besó. Trazó levemente el contorno de mis labios con su nariz para luego volver a tomar posesión de ellos con los suyos, de forma suave y lenta. Sus manos se encontraban en mi espalda baja y las mías tomaron rápidamente su cuello. Con mi mano derecha, poco a poco, fui tomando un mechón de su cabello y enrollándolo suavemente entre mis dedos, tirando un poco de él. Un leve gruñido se escapó de la garganta de Jimin, sorprendiéndome.
¿Acaso yo había hecho que él gruñera así? No, Young Mi. Es solo el efecto del beso en sí; no tiene nada que ver contigo.
Seguí tirando levemente de su cabello, mientras Jimin frotaba su mano por mi espalda de arriba a abajo; muy lentamente. La sensación de adormecimiento había llegado a mí, pero ahora solo quería continuar. Nunca antes había besado a un chico como Jimin y, sin duda, nunca antes había tenido tantas ganas de seguir besando a alguien.
—Ne... nena, tenemos que... parar... —me dijo Jimin entre besos. Su respiración estaba muy agitada y sentía su aliento en mi rostro, pidiéndome más de lo que le había dado hace unos minutos.
—¿Por... por qué? —le respondí en un susurro, intentando recuperar parte de mi aliento. Jimin rozó sus labios con los míos una vez más y me dio un casto beso, inclinando su frente contra la mía y cerrando sus ojos; movimiento que imité. Mientras nuestras respiraciones se calmaban, su mano seguía frotando mi espalda de arriba a abajo, tranquilizándome.
Una vez que me había calmado, Jimin aún seguía sujetándome. Ambos estábamos casi abrazándonos; nuestros rostros unidos y nuestros ojos cerrados. De alguna manera, logré recuperar el control y pude formular una oración coherente.
—Sabes que te odio por lo que me dijiste antes, ¿cierto? —le pregunté en un susurro. Jimin movió ligeramente su rostro, presionando su mejilla contra la mía y respirando sobre mi cuello. Sentí su aliento rozando la delicada piel de esa zona, y un escalofrío recorrió toda mi espalda.
—Lo sé, Young Mi. Lo sé.
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Esa mirada © ➳ Park Jimin || Esa mirada #1
FanfictionTras su encuentro furtivo en el armario de mantenimiento aquella tarde, ninguno de los dos había podido dejar de pensar en el otro. Después de ese beso fugaz frente a los casilleros, ambos se habían quedado en silencio, observándose fijamente. Des...