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—Estoy muerto —dijo Jimin, mientras se recostaba en el suelo y me miraba con una sonrisa burlona.

—¿Por qué rayos estás sonriendo ahora?

Jimin seguía observándome sin decir nada. Su actitud empezaba a exasperarme. Decidí levantarme y empecé a guardar mis cosas. Pronto terminaría la escuela y ambos deberíamos volver a la normalidad; es decir, él por su lado y yo por el mío.

Nos quedamos en silencio por unos minutos más. Estaba a punto de guardar mi última guía de química en mi bolso cuando sentí algo cálido alrededor de mi muñeca.

—¿Podrías soltarme, por favor? —le dije sin mucha convicción.

—¿Se puede saber qué te ocurre? —respondió Jimin.

Me volteé para enfrentarlo. Se encontraba sentado frente a mí con esa torpe sonrisa suya, pero con una ligera expresión de desconcierto en su rostro.

—No me ocurre nada. Y, ¿qué son esas palabras, señor Park? Usted no suele usar ese tipo de vocabulario con nadie —le contesté en un tono burlón.

—Preciosa, me encanta cuando me hablas de usted. Me hace sentir poderoso y fuerte, y...

—¡Eh! —lo interrumpí con un golpe en la cabeza. Jimin tenía la mala costumbre de hacer comentarios fuera de lugar mientras estudiábamos. Era algo común en él, pero no toleraba que se pasara de la raya conmigo. Era demasiado molesto.

—Lo siento —respondió, frotándose ligeramente la nuca. Jimin se paró y empezó a recoger sus cosas, justo cuando sonaba el timbre que indicaba el final de otro día de escuela.

Ambos ordenamos el cuarto, impidiendo que alguien sospechara que dos chicos estuvieron allí dentro durante dos horas y media.

Apenas salimos del edificio, el frío viento le dio una cálida bienvenida a mi rostro. De inmediato, comencé a temblar. Jimin pareció percatarse de esto, ya que me miró y atrapó mi mano, mientras nos dirigía al estacionamiento.

—¿Qu... qué haces? ¿Y si alguien nos ve? —pregunté tiritando.

—Tranquila, no hay moros en la costa. Además, estás temblando. Necesitas calentarte un poco. Podemos usar la calefacción de mi auto para mejorar esto —dijo, mientras abría la puerta de su auto.

Ambos nos acomodamos y nos quedamos en silencio. Jimin prendió la calefacción y, ¡oh! Qué bien me hizo. En pocos minutos empecé a sentirme mejor; ya no temblaba y...

—Hey, ¿qué ocurre? —Vi que Jimin se había quedado callado. No se movía y miraba fijamente a algo o a alguien que no lograba distinguir bien. Cuando puse la suficiente atención en el objeto de su atención, me di cuenta de que se trataba de Mandy.

Amanda Brown, mejor conocida como Mandy. Miembro del equipo de animadoras. Dieciocho años. Hermosa, muy inteligente, carismática, responsable y, sobre todo, encantadora de chicos. Todos solían mirarla y babear por ella. Era, y lamento admitirlo, la chica más linda de toda la escuela. Con su metro sesenta y siete y su cabello rubio oscuro, esos hermosos ojos verdosos y su sonrisa angelical, ¿quién no querría estar a su lado?

Respuesta: todas y cada una de las chicas de la escuela. Incluyéndome. Éramos las únicas que notábamos lo ambiciosa, arrogante y patéti... ¡Ah! Esto no va a resultar. Ok, está bien. No tengo nada malo que decir de esta chica. Es extremadamente amistosa con todos. Siempre está ayudando a los demás y nunca parece molestarse. Es muy agradable, siendo honesta. Y, precisamente, eso es lo que muchas chicas detestan de ella. ¿Incluyéndome?

Mandy estaba hablando con alguien que se encontraba de espaldas a nosotros. Por su forma de vestir pude deducir que se trataba de Jake, su hermano.

Jake Brown. Diecinueve años. Presidente del club de física. Mejor conocido como el chico más inteligente de la escuela. Obviamente, nadie se atreve a llamarlo nerd, ya que su hermana tiene una reputación fabulosa entre todos los miembros de nuestra pequeña comunidad. Sin embargo, es muy difícil dejar de pensar en Jake como un tonto cerebrito que realmente disfruta calcular la masa y el volumen de todo aquello que se le atraviese.

Jimin seguía observando a la pareja mientras hablaba. No pude evitar sentir curiosidad ante su reacción. Era la primera vez que lo veía tan concentrado en algo... o en alguien, en este caso.

—Hola... Tierra llamando a Jimin. ¿Me escuchas? Houston, tenemos un problema... —Fui interrumpida cuando Jimin me tapó la boca con su fría mano.

—Silencio. Escucha —me dijo quedamente.

Hice lo que me dijo. Me quedé en silencio y empecé a detallar algunas frases de la conversación que teníamos a pocos metros de distancia.

—Desde aquí no pueden distinguirnos, pero nosotros sí —dijo Jimin, retirando su mano de mi boca.

—¿De qué hablas? —Escuché decir a Jake.

—Sabes de lo que hablo. No podemos seguir haciendo esto. Tarde o temprano alguien se enterará —le respondió Mandy.

—Pero, ¿cómo vamos a decir la verdad así de repente? ¿Sabes los problemas que podría causarnos? ¿Sabes lo que ellos podrían pensar? —le dijo Jake.

—Sé que quiero que esto acabe y que no estoy dispuesta a continuar con esta farsa, ¿de acuerdo? —refutó Mandy, mientras salía del lugar.

Esa mirada © ➳ Park Jimin || Esa mirada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora