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Con cuidado de no ser descubierta, toqué suavemente la puerta del armario de mantenimiento. Jimin la abrió y entré rápidamente al lugar.

Había estado ayudando a Jimin con química desde que comenzamos nuestro último año de preparatoria, después de que me lo propusiera a cambio de... ¿Cómo me había dicho? ¿Tener el honor de pasar tiempo con él o algo así? Como sea, después de nuestro primer encuentro en este armario, Jimin y yo habíamos decidido empezar con las tutorías. Cada jueves y viernes, durante la hora del almuerzo, nos encerrábamos aquí para repasar las últimas clases de la profesora Smith.

Habíamos aprendido a acomodarnos en ese pequeño espacio. Durante cada clase, nos tomábamos la molestia de apartar toda la indumentaria a un lado, mientras tomábamos asiento en el suelo, con montones de ejercicios de química entre nosotros.

—¿Cómo estás? —dijo Jimin, acercándose a mí y dándome un cálido abrazo. Seguía oliendo a vainilla. Me encantaba.

—Bien. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo te fue en tu última prueba con la profesora S.? —le pregunté.

—Pues... —Jimin se frotó la nuca con su mano para luego tenderme una hoja de papel. La tomé y me quedé sorprendida.

—¿Cómo es posible, Park Jimin? —grité. De inmediato, dejé su examen sobre sus libros y me arrodillé en el suelo, fingiendo hacer numerosas reverencias ante este chico.

Él solo rió.

—Vamos, Young Mi. No es para tanto. Es solo un nueve.

—¿Solo un nueve? ¡Oh! Claro que no, querido. En tu situación actual, un nueve equivale al veinte por ciento de tu calificación final. Esto, a su vez, representa la posibilidad de incrementar en un quince por ciento tus probabilidades de aprobar la materia durante este período, lo cual...

Jimin me calló. De nuevo. Como solo él podía hacerlo. Con un beso.

Desde aquel beso frente a mi casillero, las cosas habían cambiado entre nosotros. No hablábamos en clase ni en los pasillos; solo nos lanzábamos pequeñas miradas que hablaban por nosotros y nos encontrábamos todas las semanas aquí. No éramos amigos, pero podíamos hablar de cualquier cosa entre las escobas y trapeadores del conserje de la escuela. No éramos novios, pero de vez en cuando compartíamos besos como el de hoy. No éramos desconocidos, pero actuábamos como tal frente al resto de las personas. Esto era complicado, pero me gustaba.

Lentamente, Jimin se fue alejando de mis labios para luego acercarse de nuevo, rozándolos suavemente con su nariz, mientras me sonreía. No pude evitar devolverle la sonrisa y mirarlo como siempre. Había algo en la mirada que me daba cuando estábamos solos que me hacía sentir especial.

—Sé que se te dan muy bien los números, preciosa, pero a mí se me dan mejor otras cosas —susurró, guiñándome el ojo.

—¿Qué cree que está haciendo, señor Park? ¿Coqueteando en clase con su tutora? Esto es completamente inaceptable. Tendré que reportarlo con el... —Y, de nuevo, fui interrumpida por los labios del mariscal de campo de la escuela. Esta vez, le devolví el beso con mayor intensidad. Nuestros labios se acoplaban de una manera casi mágica. Parecían encajar a la perfección. Sus besos eran tiernos y lentos; muy lentos.

Poco a poco, me fui alejando de él hasta que recuperé el aliento por completo. Suspiré y él hizo lo mismo.

—Ven. Es momento de estudiar la nomenclatura de nuevo. Que conste que voy a preguntarte por los elementos de la tabla periódica de nuevo, ¿de acuerdo? —le dije, tratando de cambiar de tema.

—Está bien, señorita Potasio —dijo Jimin, riéndose.

—Solo porque mi apellido comience por K, no significa que tengas que decirme Potasio todo el tiempo, señor... —Suspiré. No se me ocurría nada para atacarlo de vuelta.

—El tiempo ha acabado. Park Jimin es el ganador. —Me dedicó una sonrisa coqueta. Rodé los ojos y me acomodé en el suelo. Él me imitó.

—De acuerdo, entonces... Dime el nombre del elemento cuyo número atómico...

Esa mirada © ➳ Park Jimin || Esa mirada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora