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Después de la cena, Ha Na sacó una caja de profiteroles de chocolate y nos ofreció uno a cada uno. Ji Yeon no dejaba de mirarme, y el pequeño Ji Sung estaba absorto en su plato de papilla.

Después de terminar mi profiterol, aún quería más, pero me daba demasiada vergüenza pedir otro. Ha Na seguía hablando sobre la comida orgánica que había conseguido en el supermercado, pero Jimin me observaba discretamente, notando que algo me pasaba. Cuando se dio cuenta de la razón de mi angustia, tomó un profiterol y empezó a comerlo.

—Jimin, pequeño. ¿Qué modales son esos? Si quieres repetir, está bien. Pero deberías ofrecerles primero a tus invitados —se quejó Ha Na, mientras me pasaba la caja para tomar otro dulce—. Perdona a este joven. No tiene modales, pero te juro que yo no lo eduqué así.

Reí ante el comentario de Ha Na y le dediqué una mirada de agradecimiento a Jimin. Este asintió con la mirada y siguió comiendo tranquilamente.


...


—Young Mi se quedará a dormir esta noche —anunció Jimin, sorprendiéndonos a todos.

—¿Cómo? ¿No te bastó con el polv... —Jimin tapó la boca de Ji Yeon antes de que pudiera continuar.

—Tuvieron que fumigar su casa repentinamente por una manada de cucarachas, y todos tuvieron que irse. Su hermano y su madre están buscando en donde dormir, pero es mejor que Young Mi se quede aquí. Además, estamos más cerca de la escuela —explicó Jimin.

—Jimin... —dijo Ji Yeon. Este la miró muy atento—. ¿Manada de cucarachas? ¿En serio?

Jimin se ruborizó, mientras que Ha Na y Ji Yeon reían a carcajadas. Yo solo trataba de imaginar por qué rayos mi hermano le había pedido a Jimin que me quedara en su casa toda la noche.

—Está bien. No tengo ningún problema. En ese caso, creo que podrías darle un buen uso a nuestro cuarto de huéspedes —dijo Ha Na.

—¿Cuarto de huéspedes? —preguntamos Jimin y yo al unísono.

—Claro que sí. ¿No creerán que los voy a dejar dormir en la misma cama, cierto? —preguntó Ha Na con sorna. Ji Yeon rió aún más fuerte y salió de la cocina. Jimin y yo nos miramos brevemente y, por unos segundos, ambos sonreímos.


...


—Ya está todo listo —dijo Ha Na.

—Muchas gracias, señora.

—¡Nada de señora, querida! Puedes decirme Ha Na... o nana. Me gusta más así.

—Muchas gracias... nana —le respondí, un tanto apenada.

—Me voy, querida. Tengo que ir a dormir al pequeño Ji Sung. Que tengas una buena noche. —Me dio un suave beso en la frente y se alejó, cerrando la puerta tras ella.

A los pocos minutos, unos golpes en la puerta llamaron mi atención. Jimin entró sin pedir permiso y cerró la puerta lentamente.

—¿Qué haces aquí? Se supone que no podemos estar en la misma habitación —susurré.

—Es mi casa, por favor —me respondió Jimin. Estaba usando un pantalón azul de pijama y una camiseta suelta color blanco. No era el tipo de pijama que imaginaba para la estrella naciente de la nación, pero estaba bien.

Asentí levemente y me removí en la cama. Ha Na me había prestado un pijama que me quedaba algo grande, compuesto por una camisa y pantalón a cuadros rojos. Tuve que abrochar hasta el último de los botones de la camisa para cubrirme, pero esta seguía siendo demasiado grande.

Jimin se acercó lentamente hasta la cama y se sentó frente a mí. Me observó fijamente sin pronunciar palabra.

—¿Qué miras? —le pregunté suavemente. Se encogió de hombros y siguió observándome.

—Jimin, ¿por qué estoy aquí? ¿Qué te dijo mi hermano?

Jimin suspiró y tomó una de mis manos entre las sábanas.

—Al parecer, tu padre volvió a tu casa para presentar los papeles del divorcio con tu madre.

—¿Pero? —insistí.

—Pero se presentó con su... pareja y eso hizo que tu madre perdiera el control. —De inmediato, me tensé y Jimin tomó mi mano entre las suyas, llevándola hacia su boca y besando suavemente su dorso.

Los temblores en mi cuerpo empezaron de nuevo. Mi respiración comenzó a fallar y mi visión se nubló. Jimin se alejó suavemente de mí y apagó la luz de la habitación. Se dirigió hacia la pequeña mesa de noche y prendió la lámpara, haciendo espacio en la cama para acostarse a mi lado. Su cercanía me puso nerviosa, pero Jimin nos cubrió con las sábanas y mantuvo una distancia prudente entre ambos. Volvió a tomar mi mano entre las suyas y presionó sus labios suavemente sobre ella, dándole pequeños besos que sonaban como burbujas explotando en el aire.

El sonido de sus besos y la sensación de los mismos sobre mi mano hicieron que mi respiración se estabilizara.

—Gracias —susurré, mientras mis ojos se cerraban involuntariamente.

—De nada, preciosa. —Jimin se acercó despacio a mí y me hizo abrir los ojos, asustándome y haciéndome retroceder. Tomando suavemente mi cintura, me atrajo hacia él y unió nuestras frentes por unos minutos, sin hacer otro movimiento.

Nuestras respiraciones empezaron a mezclarse, y sentí su aliento sobre mis labios.

—Buenas noches, Young Mi. Descansa —me dijo, antes de alejarse lentamente y salir de la cama.

—Buenas noches, Jimin. Gracias por... —titubeé un poco—. Gracias por ser honesto conmigo.

Jimin me sonrió y se acercó de nuevo a la cama. Se inclinó sobre mí y se apoyó sobre sus brazos, dándome un tierno y lento beso en la mejilla derecha y rozando brevemente su nariz sobre esta, para luego alejarse y salir de la habitación, dejándome deshecha mental y emocionalmente.

Esa mirada © ➳ Park Jimin || Esa mirada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora