9. Solo un poco más.

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Charlotte

¿Cómo se atreve a aparecerse así sin más? ¿Quién se cree que es? 

—¿Qué haces tu aquí?—le espeto.

—Vine a verte.—me contesta con una sonrisa.

—Largo, tengo una cita.

—Si, conmigo.

—No, largo. Ahora.

Se me acerca  y me rodea la cintura con una mano. Pongo mis manos en sus hombros y lo empujo para apartarme de él pero me aprieta más contra si y me impide moverme. 

—Suéltame.

—¿Por qué habría de hacer eso?

—Porque te lo estoy pidiendo de buena gana, ahora, apártate.

Me acerca aún más contra sí y me besa suavemente el cuello.

— No, Adam, ahora no. Déjame.

—¿Entonces cuándo?—pregunta satisfecho.

Tardo en notar que le dije «ahora» . Mierda. ¿por qué mejor no solo lo pateo y ya?

—Nunca.

—No me dejes así. Dime cuando, por favor.

Oigo que mi madre grita y luego se asuma por la entrada de la sala, que da a la puerta. Adam acorta nuestra distancia pero no me suelta.

—Adam, que bueno que aún estas aquí—dice mirándonos con una sonrisa—¿puedes quedarte aquí con Charl, mientras yo salgo?

—¡¿Qué?!—digo indignada y enojada—. Que se quede él, yo tengo una cita en menos de cinco minutos.

—Lo siento, cielo—dice mi madre—, pero no vas a poder ir. Desde que esos  ingratos se metieron a la casa y nos robaron no quiero dejar la casa sola.

—¡Pero aquí esta Christian esta aquí!

—Él tiene que salir.

—¡También yo!—estoy roja de la ira, me podría salir humo por los oídos.

—No, lo siento, no—dice mi madre enojada—. Te quedas tu y punto.

—Pero mamá...

—Yo no tengo problema en quedarme, no tengo planes para hoy—dice Adam y lo fulmino con la mirada.

—Ya lo dije, adiós hija—dice pasando por nuestro lado—. Adiós, Adam y gracias por entender, no como mi hija. —Sale de la casa y se sube al auto y se va.

Cuando el auto de mi madre ya no se ve en el frente de la casa veo aparecer el Volvo de Isaac y no se si llorar porque no podre ir a nuestra cita o reír porque Adam por fin me va a soltar.

—¿Quién es él?—dice Adam cuando ve a Isaac salir el auto.

—Mi cita—le espeto con una sonrisa de satisfacción cuando veo su expresión.

—¿Qué hace aquí?

—Pues viene por mi, imbécil, tenemos una cita.

Sonríe.

—Lastima que tengas que quedarte cuidando la casa de tus padres. 

Lo fulmino con la mirada, me deshago de su agarre y corro hacía Isaac y lo abrazo.

—Hola—me dice con una sonrisa.

—Hola—le digo y me besa la mejilla—, tengo..., tengo malas noticias.

Encuentros Prohibidos (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora