CAPITULO 16: gajes del oficio (parte 2)

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TOM

Mire la pantalla de mi teléfono celular, ya había pasado mas de una hora desde que Ina me había llamado, citándome en el Dark soul, una maldita hora y la muy estúpida todavía no se aparecía. Bien, el estacionamiento estaba vacio, cosa rara para el día y la hora que era, quizás había pasado algo y el lugar estaba cerrado o clausurado temporalmente. Encendí el sistema de sonido del auto y puse a tope el volumen, quizás así no tendía oportunidades de pensar demasiado en lo miserable que era mi vida, pero ni los acordes de Aerosmith ni los raps de Sammy Deluxe aclararon mi mente, joder, con ganas de tirarme de un puente.

Imágenes de un bebé rubio con ojos azules se introdujo en mi cerebro, mierda, un hijo y con Clare, me había acostado con ella solo para aplacar mis ganas y ahí las chingadas consecuencias, y mi Larisa lo sabia... Oh mierda, mi pequeña e inocente niña, nos amábamos pero ni con todo ese amor las cosas podían cambiar, la había herido y ya no tenia ninguna excusa para luchar por ella, yo ya había vivido todas las experiencias que para ella aun eran lejanas, yo ya había tomado alcohol, probado drogas, tenido sexo sin medida, fabricar un bebé, mierda...

Extendí mi mano y abrí la guantera, buscando un no se que, aunque ese "no se que" se materializo en un cigarrillo de marihuana. Alce una ceja, tomando el cigarrillo y llevándomelo a la nariz, aspire, definitivamente, marihuana.

Medio sonreí, mis problemas siempre parecían mínimos con alguna sustancia en mis venas. Encendí el cigarrillo y me lo lleve a los labios, Dios... un cigarrillo no era nada para mi, no alcanzaba a causar ningún efecto, pero, al menos, la tención en mis músculos disminuyo.

Un golpe de nudillos en el cristal me saco de mis ensoñaciones y pensamientos, vaya, Ronald.

-anda niño bonito-mascullo el tipo cuando baje la ventanilla-te espera...-mire, mas allá del tipo, Ina me miraba, con el gesto divertido y con una multitud a su alrededor.

Baje del auto y pise la colilla del cigarrillo en el proceso, la reciente lluvia torrencial había dejado un frescor bastante molesto, introduje mis manos en los bolsillos de mis jeans para mitigar la sensación y anduve, acercándome a la comitiva.

-andando-me animó la tipa, mientras me ofrecía su mano, mordí mi labio inferior y la tomé.

Comenzamos a andar hacia el interior del local, era extraño estar en medio de todo aquello, de nuevo.

Las luces se fueron encendiendo a nuestro paso, las paredes estaban pintadas de un rojo bastante repugnante, que me hacia pensar en sangre y dolor, la multitud se fue desapareciendo y cuando menos me lo pensé, solo Ronald y una chica asiática seguían a nuestro lado. Viramos por un angosto pasillo, para adentrarnos en una habitación, las luces se encendieron y tuve que cerrar los ojos, la fluorescencia de la iluminación los lastimo.

-esfúmense-la dulce y fría voz de la chica resonó en el silencio

-pero, yo...-intervino Ronald, entreabrí los ojos y mire al tipo, quien mantenía el ceño arrugado.

-nada, me las puedo arreglar sola-tome una bocanada de aire, liberando mi mano del agarre de la chica, para cruzarme de brazos.

-como quieras-mascullo el hombre, quien tomo a la asiática del brazo, y ambos salieron de la habitación. El silencio cayo pesado, joder, ¿y ahora que?

-que bien te vez-busqué a la chica con la mirada, la encontré sentada, sobre un taburete verde olivo, con los pies sobre una mesa baja de metal- Las trenzas te van-la chica sonrió y movió su índice, incitándome a acercarme.

Solté una bocanada de aire y me acerque, sin quitarle los ojos de encima a Ina, quien lucia casi igual a la última vez que la había visto, hacía años atrás. Sus ojos continuaban siendo marrones, gatunos y calculadores, su cabello, rubio, rizado y largo, recogido en una coleta alta, sus labios rojos y su sonrisa traviesa, algo en ella me recordaba a un gato que jugueteaba con un ratón entre sus garras. Los dedos de sus manos se hallaban adornados con coloridos mini tatuajes, como había mencionado Bill, y vestía un minúsculo short de jean y una playera, sin mangas, de color negro, que dejaba al descubierto su piel de porcelana, sus pies iban con unas botas de cuero de taco alto y fino.

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