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Mi cafetería favorita no brindaba acceso a internet, no tenía aire acondicionado y, de hecho, usar el celular allí era considerado una grosería. No era tan sofisticada como tu favorita, pero al menos la gente iba por el café, no por la tonta necesidad de tomarle fotos a sus bebidas para subirlas a las redes sociales.

No habías llegado, Caleb, y tristemente eso no me extrañó.

Así eras tú, siempre había algo más importante.

Ocupé la mesa de siempre y te esperé.

Y por largo rato tu silla permaneció vacía, igual que mi corazón.




Un café para olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora