VII

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Quería llorar como un niño al que le arrebataron su dulce favorito. El problema era que a mí nadie me había arrebatado nada, Caleb.

Yo no había sido así de inocente.

Todo lo había cedido y todo lo había perdido.

Te permití engañarme porque quise creerte. 

Yo, Caleb, era tan culpable como tú. 


Un café para olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora