XVI

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Le di un sorbo a mi café, el último antes de olvidarte, bajo tu atenta mirada. Si me hubieses mirado un segundo más de esa manera, como si yo fuera tu mundo, habría flaqueado.

Habría decidido fingirme ciega y vivir de tus embustes.

Pero nadie se quería tan poco a sí misma como para caer tan bajo. Ni siquiera yo, Caleb, que acepté con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos las cuatro veces que aplazaste nuestra boda.


Un café para olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora