—¿Por qué yo, Caleb?
Bajaste la mirada y, por un momento, me pareció que te avergonzabas.
—Eres Lyla Ferrer —me recordaste—. ¿Por qué habría elegido a alguien más? Eras perfecta...
Mi mandíbula se tensó y mis manos se volvieron puños bajo la mesa, las uñas cortando la piel de mis palmas.
Quise golpearte.
Quise llorar.
Quise golpearte y llorar al mismo tiempo.
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Un café para olvidar
ContoLyla sabía que un café no sanaría su corazón. No le devolvería el tiempo, ni las sonrisas. No purgaría sus lágrimas. No enmendaría sus sueños rotos. Pero, al menos, le concedería eso a Caleb. Sería la última cosa que haría por él. Le daría un café...
