XXXIV

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—¿Cómo lo supiste? —me preguntaste, resignado y sin el más leve atisbo de culpa.

—Marcus me lo dijo —respondí, apretando los dientes al hablar para contenerme. 

No, no iba a volverme loca frente a todos por alguien como tú.

No lo valías.

Mi respuesta te había sorprendido, frunciste el ceño y el rostro se te enrojeció. 

Estabas enojado, Caleb, y yo tuve el placer de darme cuenta de que ese era un golpe que no estabas esperando recibir. 


Un café para olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora