III

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Te vi entrando a la cafetería y sentí que el dolor en mi pecho me sofocaba. Era el karma de las servilletas, quizá. Vestías de traje, lo que era usual por tu aburrido y estúpido trabajo de oficina, y estabas sonriendo a cuanta persona te topabas en el camino.

Idiota.

Te dije mil veces idiota, Caleb.

Un café para olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora