Te vi entrando a la cafetería y sentí que el dolor en mi pecho me sofocaba. Era el karma de las servilletas, quizá. Vestías de traje, lo que era usual por tu aburrido y estúpido trabajo de oficina, y estabas sonriendo a cuanta persona te topabas en el camino.
Idiota.
Te dije mil veces idiota, Caleb.

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Un café para olvidar
Short StoryLyla sabía que un café no sanaría su corazón. No le devolvería el tiempo, ni las sonrisas. No purgaría sus lágrimas. No enmendaría sus sueños rotos. Pero, al menos, le concedería eso a Caleb. Sería la última cosa que haría por él. Le daría un café...