Un día no son 24 horas

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Déjame que te comente lo que dura un día sin ti. No son 24 horas. Ni 1.440 minutos. No es algo eterno. Pero tampoco algo placentero. Sigo con mi vida y tú con la tuya pero para ambos es algo que forma parte de nosotros desde hace un tiempo.

Son las más de las cinco veces que cojo el móvil, instintivamente, para asegurarme de que no me has escrito o llamado.

Son las más de las nueve veces que tu nombre ronda por mi cabeza. Aparece de forma automática, está ahí un rato, asomándose, si le parece correcto saluda y luego se va, igual de traidor que como llegó.

Son las tres veces que me quedo helada y sin saber qué hacer porque confundo a un extraño de espaldas contigo.

Es el momento que alguien me escribe con noticias de ti. Se creen que las necesito, que me vienen bien. Pero no, Aunque tú tienes momentos de debilidad.

Son el puñado de veces que me invento escenarios y resultados paralelos. Ya sabes, soy mucho de analizar la situación, los actos y sus consecuencias. Hasta que llego a la conclusión de siempre, pasó así porque tenía que pasar así.

Son las cuatro veces que me escribe alguna amiga preguntándome que qué tal el día. Yo siempre digo que bien porque es verdad pero me gustaría poder contarles lo que realmente pasó. Eso, la verdad.

Es el momento que me voy a dormir, contenta por haber aguantado el tipo un día más pero decepcionada al no ver tu nombre en la pantalla. Porque el pacto está para respetarlo pero me gusta cuando te rebelas y te olvidas de él.

Déjame que te comente lo que dura un día sin ti.

Son siete minutos de cola cao y galletas por la mañana, la comida más importante del día.

Son 42 segundos de salir corriendo de casa porque para variar llego con la hora pegada a clase.

Es un no parar en toda la mañana y un "no puedo más con mi alma" por la tarde. Horas, minutos, segundos.

Es una hora de deporte, que oye, ya me cuido.

Son 15 minutos de caminl de vuelta a casa.

Es media hora de cena en familia, contándonos el día. Unos quejándose del trabajo y otros porque le han cogido el gusto sin más.

Es un momento de acordarme que hace semanas que no sé de ti. Qué bien. Por fin lo pillas.

Son 55 minutos de cualquier serie. Que si me gusta mucho me altera como una niña pequeña y tardo el doble en dormirme pero encuentro cierto placer en ello.

Es el rato que me meto en la cama, voy a poner la alarma y esta vez sí que veo tu nombre en la pantalla. "¿Qué tal el día, guapa?". Lo bueno de las malas costumbres es que nunca se pierden.

Y cuanto peor sea la costumbre, menos ganas tienes de deshacerte de ella.

Pensamientos de una adolescente problemáticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora