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-Mamá.- murmuro abriendo la puerta con sorpresa.- No, eso no salió como yo esperaba.- frunzo el ceño antes de que ella me bese en la mejilla.- Tanto tiempo que no te he visto ¿Qué ha logrado que quieras honrarte con mi hermosa cara?

-Tienes veintiún años y sigues igual.

Sonrío hacia ella mientras la hago pasar para cerrar la puerta.

-¿Qué te digo? La buena gente nunca cambia.

-Claro.- junta los labios en una línea.- ¿Ya has almorzado?

-Ni siquiera he desayunado.

-¿En qué momento te dejé vivir sola?- mira al techo, preguntando a la nada.

-Estabas aburrida de mi.- alzo mis hombros.

-No es cierto.- alza las cejas.- Pero era necesario.

-No viene el tema.- agito la cabeza.- Tengo ganas de ravioles.- toco mi vientre.- Hace una semana intente hacer y me quedaron desabridos.

-Lo capto.- deja su bolso en el sillón y camina a la cocina.

-De echo era mas una indirecta para ir a comer afuera.- comento cuando ya está poniéndolos en la olla con agua.

Me da una mala mirada y yo simplemente le sonrío con inocencia.

-Hubieses dicho antes.

-Lo siento.

-Deberías cambiar tu pijama por algo mas decente.

-Yo estoy comoda.

Y gané otra mala mirada.

-Es mi casa y ando como quiero.- cruzo los brazos.

-Has lo que quieras.- resopla.

-Eso hago.- giro sobre mis talones y salgo de ahí para ir por algo para amarrar mi pelo.

Rato después ya estábamos sentadas comiendo, con mi pijama ya cambiado y decente hacia la vista de mi madre.

-¿Cómo has estado?- pregunta.

-Bien.- ladeo la cabeza.- no hay razón para obtener lo contrario.

-Ya.

-¿Tú?

Antes de que pueda siquiera responder, la puerta es golpeada.

Cruzo los dedos mentalmente mientras voy hacia esta, deseando que no sea quien creo que es, porque en ese caso habrían muchas explicaciones hacia la mujer en la cocina.

Pero, ¿Quién mas podría ser?

-Estoy que me muero de hambre, nena. Pasé por algo de comer al local junto a la tienda y me vine a comer contigo.

No alcanzo a decir nada, él ya está dentro de la cocina.

Me apresuro a cerrar la puerta y apuro el paso hacia donde están ambos.

-¿Hola?- mi madre está alzando las cejas hacia la presencia shockeada de Michael.

-Uh. Es mi mamá.- doblo los pies mirando entre ambos.- Y el es Michael, un amigo.

-Estás roja; no te creo nada de eso.

-Mamá.- jadeo.

-Lo siento.- Michael se gira hacia mi.- Supongo que vengo luego.

-Hay comida aún, quedate a comer.- mi madre sugiere.

-Yo no...

Pero ella ya se ha levantado a servirle.

Cheeks || m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora