"Carrera"

185 14 6
                                    

Leo.

-Primo, despierta -la voz de Adam resuena y lo maldigo en silencio cuando escucho el correr de las cortinas y la luz del sol inunda la habitación llegando de lleno a mis ojos.

-Eres un imbécil -digo y mi primo suelta una carcajada.
-Son las 11 de la mañana, levántate de esa cama, tienes cosas que contarme.

Estiro mis músculos y bostezo, voy al baño y cuando regreso, Adam está acostado en mi cama viendo mi libreta, mierda.

-¿Qué rayos haces con eso? -le arranco el cuaderno de sus manos.
-¿Viejo, ese es el... el bar? -pregunta confundido.
-Obvio que no.
-Paso en esa bar más que en casa y reconozco esa barra -ruedo los ojos y maldigo entre dientes- ¿Por qué lo hacías?
-Me gustó, no tenía nada que hacer y empecé a dibujar.
-¿Me estás diciendo que dejaste de ver a 3 chicas fabulosas desnudas por dibujar? Estás mal, Londres te cambió.
-Eres un dolor en el culo, ¿Sabías?

Él vuelve a reír y me meto a la ducha, no sé por qué al llegar a casa lo primero que hice fue agarrar lápiz y cuaderno y dibujar, los trazos salían con facilidad, la veía a ella, su cabello corto desordenado, nunca se me han dado bien los retratos, por eso intenté con el lugar donde la vi, ella no encajaba en ese sitio y a la vez era adecuada, se veía como si ese fuera su ambiente, me reprocho por pensar tanto en esa niñata y me obligo a olvidarla, volví a mi ciudad a disfrutar.

-Apresurate, Leo, tengo hambre, te llevaré a un restaurante fantástico, ah pero tú pagas -grita Adam desde afuera.

Alina.

Grace no se molesta es preguntarme por qué amanecí con su hijo, ella sabe de mis pesadillas y me entiende a la perfección.

He olvidado la pesadilla, me concentro en las clases hasta que mi móvil vibra, el número de Carl parpadea en la pantalla, abro el mensaje y es un recordatorio de que debo almorzar con él, me informa del restaurante y que me esperará allá.

Vuelvo mi atención a la profesora y pienso en que jamás saldré de este lugar, quizás encuentre a un buen hombre, Carl por ejemplo, nos casaremos, me comprará una linda casa, tendremos hijos y haremos el amor dos veces por semana, no quiero esa vida, siempre he querido más, pero algo me detiene, como siempre.

No me doy cuenta que la clase acabó cuando Isaac chasquea los dedos en mi cara.

-Aterriza, Lina.
-¿Qué decías? -digo volviendo a la realidad.
-Tenemos un trabajo que presentar para la próxima semana, mi casa o la tuya -repite lentamente.
-Tu casa, así Grace nos cocina -recojo mis cosas y me adelanto- voy a almorzar con tu hermano, nos vemos luego.

Corro al estacionamiento y agarro mi moto, un poco de velocidad me despejará la mente.
El semáforo de la circunvalación se pone en rojo, pienso si me da tiempo de pasar pero es imposible, freno violentamente y los conductores me dan una mala mirada, frunzo los labios y cuento los segundos en mi mente cuando escucho una voz a mi lado:

-Ya nadie respeta, eh primo -giro mi cabeza y lo primero que veo son sus ojos, joder, él es guapo, su barba de varios días acentúan su mentón marcado y le da autoridad, el ángulo de su nariz es perfecto, y sus ojos, creí que eran oscuros, pero son como el hierro fundido, como un cielo tempestuoso, y tiene unos labios que incitan el pecado, pero recuerdo lo que salieron de ellos.

Pongo los ojos en blanco tratando de que mi inspección a su rostro pase desapercibida, el copiloto suelta una sonora carcajada y él la sigue, idiota.

El semáforo cambia a verde y acelero dejando una humareda, toma eso, pero él se sitúa a mi lado y escucho el rugir del motor, ¿qué pretende?, su mirada me reta, y ni siquiera le respondo cuando le saco todo a la moto, desvío los carros con facilidad y observo por el retrovisor que quedó atrás, sonrío orgullosa de mí y aunque me cueste admitirlo me hizo el día.

Llego al restaurante, miro alternativamente mi ropa y el lugar, no es adecuada, tengo unos vaqueros desgastados, una blusa sencilla y mis converse, debí suponer que Carl escogería un sitio elegante.

Entro ignorando las miradas de algunos comensales y encuentro a Carl en una de las mesas que da a la calle, desde la ventana se ve todo el movimiento de la ciudad.

-Hola, Carl -le doy un beso en la mejilla antes de que se levante.
-Lina, me sorprendiste -se levanta y me rueda la silla, siempre tan caballeroso.
-Carl, ¿por qué no me dijiste la ropa que debía usar? -le pregunto.
-Nunca te ha importado lo que piensen los demás.
-Buen punto.
-Y te ves bien en cualquier cosa.

Río en respuesta cuando el mesero llega interrumpiendo nuestra conversación.

Leo el menú, dando más atención al lado izquierdo que al derecho, no tengo idea de que pedir cuando escucho un ruido singular, miro por la ventana y veo el auto, un Porsche, no vi la matrícula de su carro, pero mi cabeza dice que es el mismo, en esta ciudad no todos los días ves un Porsche, y menos del mismo color.

Veo sus piernas descender del auto y sé que es él, viste unos pantalones blancos algo con una camisa de mangas largas azul cielo, el cuero del cinturón combina con sus zapatos y diablos, siento que estoy a punto de hiperventilar.

Puede que no haya tenido relaciones antes pero no soy de piedra, él es caliente y sexy de una forma sobria, lo cual hace que no pueda apartar mi vista de todo su cuerpo.

No nota mi presencia y entra confiado al restaurante, da un vistazo hacia las mesas y es cuando me ve, nuestras miradas conectan, la luz del sol de mediodía le da un tono plateado a sus ojos, son hermosos, él frunce el ceño con curiosidad y yo me regocijo con una sonrisa, no quiero que se de cuenta lo que esa mirada le provoca a mi cuerpo, así que aparento de la mejor manera, como si nada.

-¿Ya sabes que ordenar? -desvío mi atención a Carl aún sonriendo.
-Sí, llamaré al mesero.

Con disimulo veo que se ha sentado en el lado opuesto a mi mesa, habla con su amigo, Adam, lo conozco por visitar mucho el club, es un engreído sin remedio, él me descubre espiandolo y entonces él sonríe.

-Voy al baño un segundo, Carl - me levanto antes de que él responda y camino al tocador.

Definitivamente este mundo es un pañuelo, el hombre que me ayudó anoche está en este restaurante, es guapo, un idiota también, tuvimos una "carrera" hace minutos y no sé por qué estoy tan nerviosa.

Calmate, dice mi subconsciente.

Salgo del baño y choco con algo, no algo, alguien, veo el azul de su camisa, lo que me faltaba.

-¿Estás ciego? -digo alejándome unos centímetros de él- el baño de hombres, está por allá -señalo a la izquierda.

-¿Siempre eres tan grosera? -dice, él es alto, tiene que inclinar la cabeza para mirarme, su respuesta no la esperaba y pienso en una contestación pero él es más rápido- aunque bueno, qué se puede esperar si trabajas en ese bar y vienes a este lugar vestida así.

Contengo mis impulsos de golpearlo pero la ira me invade, ¿Cómo se atreve a juzgarme de esta manera?, olvido lo guapo que se ve y lo empujo.

-Y lo dice el hombre que anoche estuvo en ese bar viendo strippers -espeto en su cara- Apartate de mi camino, imbécil.

-Creí que eras diferente -susurra.
-Igual yo -le respondo y camino hasta mi mesa.

Este hombre es extraño, me insulta y luego se decepciona de mí, es igual a todos, juzgan y juzgan, acaso no se dan cuenta que esa es la razón por la que soy así.

Me recuerdo que no le doy importancia a los comentarios de los demás, y trato de olvidar a este tipo recién aparecido, apuesto que ya le dijeron todo el historial de mi madre y por eso cambió de actitud, de anoche a hoy.

Carl me espera con una cálida sonrisa y veo que él e Isaac son los únicos hombres de esta ciudad que me respetan y me aceptan.

Centro mi atención en él pero es inevitable notar las miradas furtivas que el idiota y Adam me dirigen por momentos.

FUSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora