Volví a las mazmorras y me encontré en la celda donde había estado presa Sublatti. La vi arrodillada delante del gran jefe demonio, el cual levantó su espada para matarla. Salí de allí a toda velocidad, bloqueé su ataque y le reproché:
—¿No te da vergüenza atacar a alguien desarmado?
Miré a los ojos de mi amiga, que no se creía que estuviese allí. Me agaché y apoyé una mano sobre su hombro.
—Estás a salvo, ya no tienes que preocuparte. ¿Estás bien? Siento que...
—¡No! —me interrumpió—. No te disculpes. Estoy bien.
—No tiene que seguir luchando —le dije, sonriente.
—Pero... ¿Podrás?
—Le derrotaré. Métete en la celda y no salgas pase lo que pase, desde allí podrás verlo todo y estarás protegida.
Se levantó e hizo lo que le indiqué. Le entregué mi mochila, con los objetos que conseguí en los desafíos. Extrañada, lo recibió.
—¿Por qué tienes polvos dorados por tu cuerpo? —me preguntó.
—Es un regalo de un amigo, es largo de explicar —le contesté y también le di mi capa.
Sublatti entró en la celda y cerró la puerta para mantenerse segura.
Caminé hacia Satanás y desenfundé mi espada.
—Esto es entre tú y yo —me dirigí al demonio.
—Te haré picadillo, angelito —sonrió.
Arrojé al suelo la funda de Revage para que no me molestase.
—Me vengaré por lo que me has hecho, vengaré a todos los ángeles, a todas las personas que has matado...
—Deja de hablar y lucha, bocazas —me provocó.
Me lancé al ataque. Las dos espadas comenzaron a arder. Ambos teníamos un enorme poder, aunque él fuese un dios y yo sólo un ángel que ha entrenado en unos desafíos, nuestras fuerzas estaban igualadas.
Las hojas estaban en contacto sin dejar de arder. Esquivamos algunos ataques, ninguno tenía ventaja sobre el otro. Yo sabía que no estaba luchando en serio.
—No te hagas el débil, no jodas —dije mientras le empujaba con Revage.
El demonio se alejó un poco y me enseñó sus feos dientes."¿Quién se cree que es este cap....?".
—Vamos —hizo un gesto de burla con las manos—. ¡Lucha! Como sé que es difícil para ti, te daré una ventaja. Yo a puño, tú a espada.
—¿De verdad? No fastidies. Está bien, ya que eres "tan fuerte" como dios que eres...
—Como quieras —cargó hacia mí—. Será tu final —crujió sus enormes dedos.
Me lanzó un puñetazo, que logré esquivar apartándome hacia un lado. Su puño se hundió en la pared, dejando un gran agujero.
—Es mi turno.
Le di un codazo en la espalda y cayó al suelo. Enfurecido y sin poder esquivarlo, empezó a darme una paliza sin descanso. No sé cómo aguantaba semejantes golpes. Me pegó varios puñetazos, me agarró del cuello y me tiró al suelo, para luego continuar dándome patadas...
De un puntapié me lanzó a la esquina de una pared, en la que recibí un fuerte impacto. Me quejé del dolor y me arrastré con los brazos hacia atrás. Noté algo frío y metálico con una de mis manos, descubrí que se trataba de mi espada. Le agarré, pensando un plan.
Satanás vino corriendo hacia donde yo estaba, sin mostrar misericordia. Me lanzó otro ataque, sin hacerme rasguño.
"Te vas a enterar" —pensé dolorida.
Fui hacia él y rajé algunas partes de su cuerpo con mi arma, incluida su ropa, por la que cayó misteriosamente un medallón dorado de algún lado. Despistada por el objeto, Satan me metió tal golpe que me derrumbó. No podía mover mis piernas, había hecho algo que me paralizó.
Vi a lo lejos a Sublatti, que lloraba mientras observaba el final del combate. Dijo unas cuantas palabras en un idioma que no entendí.
—¿Unas últimas palabras, ángel?
De repente, una potente luz inundó toda la sala, cegándonos. Era aquella medalla extraña. Brillaba de manera descomunal.
—¡Darkia! —vociferó mi compañera—. ¡Vamos Darkia! ¡Hazlo ahora! —me gritó.
—¡No puedo! ¡No veo!
El demonio tenía los ojos tapados y daba vueltas sin sentido. El dios chilló. La luz se fue apagando, mostraba las pupilas del demonio. Estaban vacíos. Satanás estaba muerto.
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Angel of Darkness©(#1)
FantastikDurante las guerras de ángeles y demonios, se produjo una brecha entre el cielo y la Tierra. Por ésta, fueron cayendo todas las criaturas que atreven a adentrarse en ella. Cada vez que un ángel caía del cielo, los demonios lo mataban. Los pocos que...