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–Es aquí. –Habló ella. El señor detuvo el auto.

–Señorita... ¿Segura que todo está bien? –Preguntó el hombre. Rosalyn abrió la puerta del carro.

–Si, segura... gracias por traerme. –Dijo ella, bajándose del carro.

–De nada, cuídese. –Finalizó él. Rosalyn cerró la puerta, el señor volvió a ponerse en marcha. Se giró, quedando frente a frente con su casa. Dio un suspiro. Empezó a caminar hacia la puerta. Tocó un par de veces.

–¿Quién es? –Preguntó alguien a través de la puerta. Era su hermano. Ella sintió que su pulso se aceleraba.

–Soy yo, James. –Susurró ella. La puerta se abrió de inmediato, al parecer él le reconoció la voz de inmediato.

–Santo... Dios. –Dijo él. –¡ROSALYN! –Gritó. Atrajo a su hermana a sus brazos y la abrazó con fuerza. Soltó un respiro de alivio. Una felicidad impredecible lo recorrió. –Demonios, ¿Qué pasó? ¿Donde has estado estos dos días? ¿Dónde están los hijos de puta que te tenían? ¿Cómo escapaste? ¡Mi padre no les ha enviado el dinero aún! Estábamos tan asustados... creí que no volvería a verte, hermanita... ¿Te hicieron daño? ¿Que tienes en el estomago? ¿TE TOCARON?–Dijo, sintiendo un nudo en la garganta. Ella dejó de abrazarlo y le besó la mejilla.

Rosalyn bajo la mirada a su estomago y noto que estaba manchada de sangre. De pronto el dolor empezó a sentirse un poco, vaya ni siquiera recordaba tener el corte en el estomago. –Estoy bien, es solo un leve corte ya no duele tanto. –Susurró ella, con la voz débil. –¿Dónde están papá y mamá? –Preguntó.

–Están en la comisaría. Se supone que aún queda 1 hora para que mi padre les enviara el dinero a esos cabrones... por favor, ¡Dime que pasó! –Rogó él. Ella agachó la mirada.

–Yo... no quiero hablar de eso ahora. Necesito verlos, llévame allá James. –Pidió ella tocándose el estomago por el dolor que sentía intentando ocultarlo. James soltó un suspiro.

–Bien, tranquila. Pero necesitamos primero curarte tu herida. Vamos... –Finalizó él.



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Llevaba casi 20 minutos en la misma posición, sentado frente a la puerta, recargado en ella. Con los pensamientos dándole vueltas. Con una gran culpa encima. Se sentía mal, realmente fatal. Jamás había hecho esto. Jamás había dejado ir a ninguna chica... ¿Por qué lo había hecho? ¿En que estaba pensando? Pero esta vez, sentía que era lo correcto. Algo se lo decía. Pero esto sin duda, tendría fuertes consecuencias...

–¿Sabes lo mucho que me duele el puto rostro, cabrón? –Se quejó Ryan, saliendo del balcón. Justin alzó su vista y lo miró.

–Me vale mierda, te lo merecías. Déjame solo. –Dijo Justin. Ryan se puso una toalla con hielo sobre su mejilla. Caminó hacia él.

–¿Y la chica? No la vi en el sótano. –Habló Ryan.

–Te dije que me dejaras solo, no me vuelvas a hablar en toda tu jodida vida. –Amenazó él. Ryan se quedó sorprendido ante lo que dijo.

–Sé que estuvo mal todo lo que te dije hace rato, pero... 

Justin no lo dejó terminar. –Un pero no vale para mí. Lo hecho, hecho está y no vas a cambiar eso. Ahora, vete. –Insistió Justin.

–Me iré, pero... ¿Dónde está la chica? –Preguntó, algo confundido.

–No te importa. –Susurró Justin.

–Dime donde está. –Dijo Ryan, alzando la voz. Justin se puso de pié y caminó hasta el refrigerador. Sacó una soda y la bebió, sin responderle. –Respóndeme, Bieber. –Exigió. Justin dejó su soda sobre la barra. Ahora, caminó hacia las escaleras. Empezó a subirlas. –¿A dónde vas? ¡Dime donde demonios la escondiste! –Gritó Ryan. Justin se detuvo a media escalera. Volteó a verlo.

Detrás de los Mester. 1temDonde viven las historias. Descúbrelo ahora