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-¡¿Estás diciéndome que te enamoraste de un delincuente?!- Gritó Bruce. Las personas alrededor de la nevería voltearon a verlos con extrañeza. Rosalyn puso una mano sobre la boca de él.

-¡Shhh!- Susurró. -No tienes que gritárselo a todo Nueva York- Apartó la mano de su boca. Él seguía con los ojos saltados. Su sorpresa era inmensa.

-Es que... es... wow- Se quedó callado unos segundos. Puso una mano sobre su barbilla. Ella lo observó, esperando una respuesta.

-Necesito oírte- Pidió ella. -¿Tan mal está?- Dijo, ligeramente preocupada. Bruce le dio un sorbo a su malteada.

-No, no está mal enamorarte de él. Lo que sí está mal, es la clase de personas que lo rodean. El peligro que tú corres... ¿Entiendes? Eso me preocupa- Se lamentó.

-Losé- Susurró ella. -Ya te lo he contado, Bruce. Se trata de Richard. Por eso él se ha ido. Para buscarlo y acabar con esto...-.

-Me alegra saberlo. Mira... sé que quieres mi opinión, ¿Cierto?- Preguntó. Ella asintió inmediatamente. -Y te la daré. Opino que nunca te había visto tan feliz al hablar de alguien. Cuando comenzaste a contarme la primera vez que lo viste, tus ojos brillaban. Nunca te vi tan entusiasmada con alguien. Ni siquiera con Liam, que fue tu primer amor. Y me alegra demasiado verte así. Como tu mejor amigo, sólo quiero lo mejor para ti, tu felicidad. Me alegra que la hayas encontrado en él, no importa cuan difícil sea... no lo dejes ir. Puedo ver que ese tal Justin te hace feliz- Finalizó. Ella sonrió enormemente. Dios, esas juguetonas mariposas invadían su estómago. Era una sensación única. Y sólo al pensar en Justin, podía sentirlas. -Déjame decirte que es muy afortunado de tenerte, pero si te hace daño, voy a patearle el...- Ella lo interrumpió.

-¡Hey!- Habló ella, riéndose. Bruce se calló. -No le patearás nada- Gruñó. Bruce rió.

-Sabes que lo haría- Advirtió él. -Pero por ahora, no. Ya lo sabes... apruebo al cien por ciento esto. Estoy muy feliz por ti, Rosy- La felicitó. -Sólo espero que los asuntos policiacos terminen pronto y puedan estar tranquilos... pero sobre todo juntos...- Susurró. Ella soltó un suspiro.

-Gracias Bruce. Espero lo mismo- Finalizó ella.

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Había sido un largo día con Bruce. Habían ido a comer a un restaurante en la plaza, después a una nevería y finalmente a casa de él, donde Diana, su madre, la había recibido con los brazos abiertos. Esa mujer era como su segunda madre, era increíble la relación que llevaban. Eso sin mencionar que jugaron un poco de básquetbol en el patio, pues él había insistido. Bruce a veces era demasiado aferrado.

10:03 pm. Rosalyn dejó su bolso sobre la cama, se quitó los zapatos y se preparó para una ducha. Abrió su clóset y sacó su pijama. Tomó su toalla y se metió al baño, cerrando la puerta.

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-Mierda- Susurró Justin, observando la pantalla de su celular. Empezaba a irritarle que ella no respondiera sus llamadas. Es que, joder, la extrañaba. Necesitaba oír su voz. Volvió a presionar la tecla de llamar. Un timbre... dos timbres... tres timbres... cuatro timbres. No hubo respuesta. Colgó. Bien, ya iban 4 veces, sin contar las de la mañana ni las del Domingo. ¿Qué tanto hacía esa mujer que no le respondía? -Bien, si no quieres responderme... te buscaré yo mismo- Dejó su celular sobre el tocador y sacó su laptop de su mochila. -Veamos donde estudias, señorita Mester...-.

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Salió de la ducha. Se secó el cabello y se lo cepilló en repetidas ocasiones. Una vez lista, salió del baño. Encendió la televisión y pudo percatarse de lo mucho que le ardían los ojos. El sueño y el cansancio estaban matándola. Había sido un día realmente largo. Necesitaba acostumbrarse a la escuela de nuevo. Apagó la televisión, se recostó sobre la cama, se cobijó y sin darse cuenta... se quedó profundamente dormida.

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Martes. Las clases habían terminado. Eran las 12:24 de la tarde. Con los últimos avisos de la maestra Johns, Rosalyn salió del salón. Fue hasta su casillero para guardar sus libros. De manera repentina, una mano le dio golpecitos en la espalda. Volteó. Oh, no. Él no...

-Liam- Susurró ella, fingiendo una sonrisa.

-Ayer no vine a la escuela, y hoy me entero de que has vuelto...- Dijo él, pasándose una mano por el cabello castaño. -Me alegra que estés bien, Rosalyn- Admitió.

-Lo estoy- Afirmó ella. -Gracias- Cerró su casillero, y de lo más cortante, empezó a caminar por el pasillo. Liam se puso junto a ella, siguiéndola.

-Sé que nuestra relación de 'amigos' no ha sido buena desde que terminamos...- Habló él. Rosalyn frunció el ceño. ¿A qué rayos se refería? Él era el maldito culpable, él le hacía la vida imposible desde que terminaron. Hipócrita. Quiso gritárselo en la cara, pero no tuvo el valor. -Y me gustaría cambiar eso. Ya sabes, dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde...- ¿Qué? ¿Ahora una indirecta? Idiota, Liam Payne. Aléjate. -Entonces, quería que iniciáramos de nuevo como amigos- Sugirió. O más bien, casi pareció una orden. Sin darse cuenta, llegaron afuera, al patio. Rosalyn alzó su vista hacia el frente, había mucha gente. Mientras pensaba lo que le respondería a Liam, su vista encontró algo. Oh, Dios... algo que realmente no se esperaba. Un chico en el estacionamiento de la escuela. Pero no un chico cualquiera. Se trataba de un chico recargado en el cofre de su costoso lamborghini blanco. Con pantalón negro y chaqueta de piel, del mismo color. Una camisa blanca debajo. Sus manos metidas en los bolsillos del pantalón. Lentes de sol. El cabello castaño, más bien rubio, gracias a los rayos solares, peinado perfectamente hacia arriba. Observándola fijamente, como si fuera un león buscando a su presa. Entonces... no pudo evitar sonreír. Se trataba nada más y nada menos que de Justin Bieber, el delincuente más buscado y caliente de todo maldito Nueva York. Sonrió ante sus pensamientos. Lo que era aún mejor, era que ese guapo, ardiente, tentador, sexy y peligroso chico, era de ella... de ella y sólo de ella. Su subconsciente le aplaudió y le hizo reverencia. Dios... cuanto amaba a ese hombre. Su corazón latió fuerte de tan solo verlo ahí, esperándola de la forma más tentadora posible.

-¿Entonces?- Preguntó Liam, sacándola de sus pensamientos.

-Perdón, no te escuché. Hablamos luego- Y sin más importancia, se alejó de él, dejándolo con la palabra en la boca. Liam se quedó perplejo. Lo rechazó. ¡Lo rechazó! Nadie lo rechazaba. Se dio la vuelta y se alejó.

Un paso más. Ahora se encontraba a escasos metros de él. Justin se quitó las gafas, lentamente. La observó de pies a cabeza.

-Si me da permiso, he venido a secuestrarla, señorita Mester- Informó él. Ella no pudo evitar sonreír, aunque quería parecer seria. Demonios.

-¿Eso no es ilegal?- Preguntó ella. Justin dio pasos cortos hacia ella, acercándose cada vez más.

-Ilegal es no responderme a las 11 veces que te he llamado...- Habló él, llegando hasta quedar frente a ella.

-¡¿Qué?! ¡Demonios!- Sacó el celular de su bolso, pero Justin se lo arrebató de las manos. -Lo siento, perdón... te juro que no quería, es que no sentí las llamadas, soy una tonta, lo tenía en vibrador y...- Cállate. Bueno, eso pudo haber dicho Justin, pero no lo dijo. Lo hizo a su manera... de un beso. Si, un beso robado. Espontáneo. Dulce. Un beso al estilo Bieber. La sujetó de la nuca, para probarla más profundamente. Entrelazaron sus bocas de nuevo. Y ahí estaban, como por arte de magia, esas cosquillas electrizantes volviendo a sus estómagos, erizándoles la piel. Esa carga de energía acumulándose alrededor de ellos, uniéndolos. Justin pasó ambas manos por la cintura de ella y la apretó hacia él. La abrazó fuerte. Sintieron sus lenguas chocar. Sus alientos juntos de nuevo. Ella se amarró a su cuello. ¡Cuánto amaba esto, Dios santo! Le acarició el cabello. Ni siquiera les importó el hecho de que media escuela estuviera viéndolos en ese momento. Sobre todo las chicas, que fulminaban a Rosalyn con la mirada. Todas desearon estar en su lugar justo ahora.

-No vine a reclamarte, muñeca...- Susurró él, separándose poco a poco de sus labios, pero sin dejar de abrazarla. Tomaron aire. Sus labios pulsaban. Qué adictiva sensación. Se miraron fijamente. -Te dije que vine a secuestrarte- Dijo, besándole la comisura de los labios. Ella se estremeció.

-¿Ah si? ¿A dónde vas a llevarme?- Preguntó, curiosa. Él depositó un ardiente beso en su cuello. Subió hasta su oído.

-Al cielo...- Susurró, enviando automáticamente una corriente eléctrica por sus venas.


Detrás de los Mester. 1temDonde viven las historias. Descúbrelo ahora