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Trataba de enfocar su vista en el camino, pero simplemente no podía. Estaba ansiosa, nerviosa, desesperada. No podía mantener sus manos quietas. Ese era el efecto Bieber.

-¿A dónde vamos?- Preguntó, insistente. Justin sonrió. Wow... hermoso perfil.

-No voy a decírtelo, Rosalyn. No importa cuántas veces insistas- Aclaró él. Ella suspiró. Sacó su celular del bolso y empezó a teclear un mensaje. -¿Qué haces?- Preguntó Justin, curioso.

-No voy a decírtelo, Justin. No importa cuántas veces insistas- Le devolvió la frase, mientras contenía una risa mordiéndose el labio inferior. Justin rió y negó con la cabeza.

-No me provoques...- Susurró él. -Voy manejando. Recuerda lo que pasó la última vez- Advirtió. Ella simplemente sonrió ante el recuerdo.

-No puedo creer que investigaras en qué escuela estudio. ¿Eso no te tomó mucho tiempo?- Preguntó, para cambiar de tema.

-Oh, por favor muñeca... debes estar bromeando. ¿No sabes quien soy?- Dijo con una bonita sonrisa de orgullo. Ella rodeó los ojos, divertida. -Me tomó 10 minutos encontrarte-.

-Presumido- Susurró ella.

-También encontré a ese tal Liam...- Dijo repentinamente.

-¡Justin!- Se quejó Rosalyn. Él sonrió y puso una mano sobre su rodilla. La acarició.

-Tranquila, no le haré daño- Prometió. -Sólo cuido lo que es mío-.

Demonios. ¿Podía haber hombre más lindo que él? Por supuesto que era suya. Suya. Suya. De nadie más. Sonrió, con ese repetido cosquilleo en su estómago.

-¿Falta mucho para llegar?- Preguntó.

-No- Respondió él. -De echo, ya llegamos- Avisó. Rosalyn alzó su vista hacia el frente. ¿Qué?

-¿El Empire State?- Preguntó, totalmente sorprendida y desconcertada. Era probablemente el edificio más alto de Nueva York.

-Algo mejor. Sígueme- Apagó el motor. Se bajó del auto y se apresuró a abrirle la puerta, cortésmente. Puso la alarma. La tomó de la mano y se dirigieron a la entrada del edificio. Al entrar, había muchas personas ahí. Elegantes con sus uniformes de trabajo. Secretarios, jefes, asistentes, entre otros. Rosalyn observaba a los alrededores. Justin la llevó hasta el elevador. Entraron. Presionó el piso 86.

-¿Piso 86? ¡Eso es hasta arriba!- Exclamó, asustada. Las alturas no eran lo suyo. Justin le apretó la mano, para tranquilizarla.

-No, muñeca. Hasta arriba es el piso 102, pero ese es sólo para aterrizajes. Iremos a la terraza, tengo algo para ti- Dijo, emocionado. Ella notó ese hermoso brillo en sus ojos. Si... ella también estaba emocionada, pero nerviosa. ¡Mucho! Odiaba las alturas.

-¿No nos correrán?- Preguntó.

-Por supuesto que no. He pagado por esto- La tranquilizó. Rosalyn torció la boca. Demonios. ¿Cuánto habrá gastado? La conciencia le dio vueltas.

-Justin... ¿Cuánto?- Preguntó sorprendida.

-Eso no interesa. Puedo pagar lo que sea por ti- Dijo, volteándola a ver con sus preciosos ojos miel.

-Eso no es correcto, no quiero que gastes mucho dinero en mí. Sabes que yo podría haberlo pagado, si me hubieras dicho que tenías algo preparado, quizás podríamos haber repartido el dinero o...- Y una vez más, la dejó con la palabra en la boca. Literalmente. Chocó de forma intensa sus labios contra los de ella. La sujetó fuerte de la cintura y la pegó contra la pared del elevador. Metió su lengua con exigencia, obligándola a abrir la boca. Ella le correspondió. Santo... Dios. El elevador estaba quedándose sin oxígeno. ¿O eran ellos? Justin intensificó el beso, hundiendo su boca cada vez más. Probando cada contorno de sus exquisitos labios. Rosalyn empezó a sentir la erección de Justin en su vientre. Él la apretó del trasero, sólo consiguiendo que lo sintiera más. Soltó un leve gemido. El elevador indicaba que iban en el piso 36. Ella lo apretó de la espalda. Una nube de lujuria se apoderó de sus sentidos. Pero necesitaban tomar aire. Se separaron poco a poco. Sus respiraciones eran agitadas. Sus pechos subían y bajaban entrecortadamente.

Detrás de los Mester. 1temDonde viven las historias. Descúbrelo ahora