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Abrió sus ojos. Entonces, deseó no haberlo hecho. Un dolor impresionante recorrió su cuerpo. Se percató de que estaba volteado de cabeza. Movió lentamente su brazo para desabrocharse el cinturón, pero este le dolía horriblemente. Las manos le temblaban. Se tocó la frente, estaba ensangrentado. Empezó a escupir sangre. Tomó fuerzas de nuevo y se desabrochó el cinturón. Cayó con el cuerpo al revés hacia la superficie debajo de él. Entonces el dolor aumentó, ubicándose en su pierna. Intentó arrastrarse fuera del auto, pero no pudo. Observó lo que pasaba. Su pierna estaba rota. Intentó moverla pero falló en el intento. Gritó del dolor. Mierda. Le dolía, le dolía demasiado. No solo la pierna, todo el cuerpo. Otro dolor apareció en su abdomen. Pero este era más fuerte. Le ardía como si le estuvieran quemando. Se levantó lentamente la camisa, dándose cuenta del motivo. Un enorme vidrio del parabrisas le había provocado una herida profunda, que se extendía casi 5 centímetros. No paraba de sangrar. Entonces volvió a gritar. Este dolor era horrible. Nunca había sentido el cuerpo tan débil. No tenía fuerzas. Entonces pudo ver que tenía pequeños pedazos de vidrios enterrados en ambos brazos. Empezó a respirar entrecortadamente. Sentía que le faltaba el aire. No paraba de temblar. Sus lágrimas empezaron a caer por si solas. No soportaba este dolor. Hubiera preferido morir que sentir tanto dolor como el que estaba sintiendo en ese momento. Entonces se preguntó a si mismo... ¿Había algún motivo para seguir viviendo? Sus lágrimas caían sin piedad. La sangre aumentaba en cada herida de su cuerpo. Observó al detective Gates, aún amarrado al cinturón, lleno de heridas, inconsciente. Intentó moverlo, pero este no respondía. Entonces cerró sus ojos e intentó olvidarse por un momento del dolor que sentía. Se enfocó en ella. En Rosalyn. Justo como segundos antes de caer al acantilado. Recordó cuanto la amaba. Jamás sintió algo similar por nadie. Y supo que su motivo era ella. Era la única razón por la que seguía vivo. Pero recordó que le había roto el corazón. Estaba destrozado. Acababa de verla con otro chico. Ese dolor podía ser peor. Pero se corrigió. No, ese dolor no era peor. Otro dolor aún peor apareció en su mente: Perderla. Si, ese dolor superaría cualquier dolor que Justin hubiese sentido antes. Y pensó para si mismo... ¿Por qué la había visto con él? ¿Cómo se atrevió a citarlo y luego dañarlo de esa forma? No tenía sentido. Tenía que haber una razón para esto. Ella no pudo ser la que lo delató a la policía. Ella le había demostrado que lo amaba de muchas maneras. No podía engañarlo así. Y aunque lo hubiera hecho, Justin no estaba dispuesto a perderla. Necesitaba verla. Aclarar todo esto. Había muchas respuestas que encontrar, pero ahora sólo había una cosa que pensar: Salir del automóvil. Así que lo hizo. Tomó las pocas fuerzas que su cuerpo le permitía y se arrastró por el suelo. Poco a poco, con el cuerpo desgarrándose de dolor. Su garganta ahorcándolo de tanto llorar. Este llanto era de coraje por todo lo que estaba sucediendo. Odiaba no entender nada. Odiaba no saber quien era el hombre de las llamadas. Odiaba no saber quién era el chico que estaba con Rosalyn en el parque. Odiaba sentir tanto dolor en su cuerpo. Pero sobre todas esas cosas, lo principal que odiaba, era no estar con ella en ese momento. Pareció que toda su ira terminó por darle las fuerzas que necesitaba, y fue cuando salió del auto. Ahora estaba a un lado, sobre la tierra. Empezó a tocer con fuerza. Alzó su cabeza un poco y pudo ver la enorme montaña y la carretera metros hacia arriba. Aunque quisiera, no podría subir allá. Con su mano temblándole, sacó su celular de su bolsillo. Lo acercó a su rostro para ver si había señal. 'Gracias Dios' susurró al ver que si había. Tecleó el número de la policía y puso el auricular en su oído. Una vez que les informó lo sucedido, dejó el celular junto a él. Tocó su frente y vió que esta no dejaba de sangrar. Apretó los dientes para no volver a gritar del dolor. Hoy más que nunca tenía que ser fuerte. Tenía que vivir por ella... por Rosalyn. Entonces, la cabeza empezó a retumbarle. El dolor era insoportable para cualquier ser humano. Fue como si le aventaran una enorme piedra encima. Solo bastaron milésimas de segundos para que cerrara lentamente sus ojos y con esto... perdiera la poca fuerza que le quedaba.

Detrás de los Mester. 1temDonde viven las historias. Descúbrelo ahora