Capítulo XXX: Lo llaman Karma.

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Capítulo XXX:

Los demás tardaron un poco en captar el mensaje. Solo cuando salté por encima de ellos y empecé a correr, reaccionaron. Se levantaron de golpe y me siguieron.

Me colé por el primer callejón que vi y todos vinieron detrás de mí.

Okey, amigos, mala opción. Yo no tengo sentido de la orientación.

El callejón resultó no tener salida. Los guardias, aunque aún desconcertados por lo que había sucedido, nos pisaban los talones. Estaban en la boca del callejón cuando Tatiana encontró un pasadizo oscuro, prácticamente oculto por las paredes. Nos guio a través de todo el pueblo, atravesando callejones y pasadizos. ¿Desde cuándo conocía tan bien la ciudad, si se suponía que no había estado nunca en Nueva Atlanta?

Finalmente, llegamos al bosque. Incluso allí Tatiana parecía orientarse bien. Después de cruzar un riachuelo, encontramos nuestro campamento. Una mujer nos reconoció y gritó hacia los demás.

-¡La capitán está aquí!-luego miró en mi dirección-¡Y la reina también!

Contuve la respiración. Casi había olvidado que yo era la reina ahora que mis padres y mis hermanas habían muerto.

Mi tía y yo entramos en la tienda de mando, seguidas por Tatiana y Sybil·la.

-Jacob-Arina llamó a uno de nuestros mejores comandantes mientras tomábamos asiento-Supongo que ya estás al corriente de la situación.

-Sí-la mirada de Jacob se posó en un punto a mi izquierda. Sybil·la-¿Estáis todas bien?

Asentimos y tomamos asiento en la mesa que ocupaba el centro del espacio. Mi tía habló, casi gritando.

-No podemos darles tiempo para reaccionar. Empezaremos el ataque esta misma noche-hizo una pausa para tomar aire-. Enviad a un mensajero para advertirles, tal y como ellos hicieron con nosotros.

Me miró interrogante, como pidiéndome permiso. Yo, por supuesto, asentí.

Una vez hubimos planeado las estrategias, Tatiana, Roza, Arina y yo salimos de la tienda, quedándose Sybil·la y Jacob a solas.

Unos momentos más tarde, recordé que debía devolverle a Sybil·la el collar que el rey le había arrancado antes. Volví a la tienda tarareando una canción infantil, pero mis movimientos se congelaron cuando entré. Decir que estaban muy cerca era quedarse corta: no quedaba ni un centímetro de espacio personal entre ellos. Al verme, la chica lo apartó rápidamente y me sonrió. Yo me limité a dejar el collar sobre la mesa e irme, sintiendo que había estropeado un momento íntimo.

¿Eran novios? Tal vez se conocían de antes.

Sonreí.

Era bonito saber que al menos ellos podrían estar juntos.

Detuve mis pasos al encontrarme con Tatiana. Mientras hablaba con ella, dos de los soldados de guardia se acercaron a mí. Uno de ellos me saludó y comenzó a hablar.

-Mi reina, esta mañana vino el príncipe de Nueva América del Norte. Nos indicó los primeros movimientos que hace su padre en las batallas. Según él, son siempre los mismos. Luego intentamos retenerlo, pero se fue. La cuestión es... no lo creímos, pero nos dijo que se lo dijéramos a usted.

Mi cerebro no reaccionó al momento.

¿Paul? Sí, Paul. Él era el príncipe. Y había arriesgado su seguridad para ayudarme a ganar... a su padre.

Valgic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora