Capítulo XXXIII: Para siempre.

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¡Hola!

Bueno, quería dejar aquí una pequeña nota para agradeceros (¿de nuevo? sí, de nuevo) que me hayáis seguido hasta aquí, ya que significa mucho para mí.

Después de eso, me gustaría haceros una pequeña e insignificante pregunta:

¿Me amáis? ¿Me apreciáis? ¿Os caigo bien, al menos :3?

Si la respuesta es afirmativa, recordadlo luego. Si es negativa... bueno, Dios se apiade de mí.

Ahora paro de hablar y os dejo con el capítulo que, espero, disfrutéis tanto o más como los anteriores.


Capítulo XXXIII: Para siempre.

Estaba tan concentrada en la batalla que había perdido la noción del tiempo hacía rato. Lo único que sabía era que había empezado a oscurecer.

Acabé de derribar a la robusta mujer contra la que estaba luchando en esos momentos y miré hacia arriba. Ahí estaban, rey y reina, observando la batalla desde lo alto de la colina como si de una película se tratara.

Arina apareció de entre la multitud y se colocó a mi lado, mirando en la misma dirección que yo.

-¿Juntas?-susurró.

-Juntas.

Cuando salimos del centro de la batalla, habiendo atravesado las defensas enemigas, bajé de mi caballo para ser más silenciosa. Corrí junto con mi tía, rodeando la colina para llegar por detrás sin que nos vieran.

El último guardia real cayó en manos de mi tía. Atrapamos al rey, aunque la reina escapó, consiguiendo que Arina fuera detrás de ella y yo quedara cara a cara con él.

Le miré a los ojos, pude ver el miedo y la desesperación en ellos, como un animal acorralado. Una sonrisa ladeada apareció en mis labios.

-¿Quién eres? ¿Qué te he hecho? ¿Qué quieres de mí?

Mi sonrisa se ensanchó, y contesté una a una todas sus preguntas.

-Luciana Lavigne, reina del Reino de Alaska. Sabes muy bien lo que me hiciste, a mí y a mi familia-entrecerré los ojos mientras desenfundaba un puñal de mi muslo-. Y vengo a cumplir mi amenaza.

...

Dejé caer el cuerpo sin vida del rey tras de mí y me coloqué en lo alto de la colina para que todo el mundo pudiera verme. Aunque aún había bastante cantidad de gente luchando, la mayoría pararon. Nosotros ya habíamos conseguido nuestra venganza, y los demás ya no tenían motivo para luchar.

Busqué a mi tía con la mirada y la localicé enseguida: estaba en el centro de la zona donde aún batallaban. Pero no me preocupó dónde, sino con quién. Paul. Y supe que ella tenía intención de matarlo. No debí haberle dicho que él había matado a Amber.

Empecé a correr en su dirección tan rápido como me permitieron los pies. El casco me molestaba, me lo quité; la coraza pesaba, me deshice de ella. Esquivé el cuerpo inerte de la reina, sin verlo realmente. Toda mi atención estaba centrada en Paul. ¿Qué hacía? No estaba luchando, no hacía nada más que esquivar los golpes. ¿Acaso... seguiría así hasta que lo mataran?

Ella levantó la espada, y esta vez Paul no iba a poder esquivar el golpe. Arina bajó el arma en un solo movimiento y un fuerte dolor atravesó mi estómago. Pero sonreí agradecida al cielo. Había conseguido interponerme a tiempo.

Miré hacia abajo y vi la empuñadura de la espada sobresalir de mi vientre. Mi tía estaba arrodillada con las manos en la boca y los ojos extremadamente abiertos. La miré, diciéndole con la mirada que no importaba. Todo estaba bien entre nosotras.

Valgic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora