CAPITULO 8

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Después de guardar todo el equipaje en el maletero de la limusina, un agradable y atractivo escritor y una muy borracha policía de homicidios se sentaron dentro.

Kate insistía en dejar las ventanillas abiertas porque en la cabina hacía mucho calor.

Rick casi se cae de su asiento cuando, apenas habían salido del área del aeropuerto, Kate empezó a desabrocharse la blusa, diciendo que ese clima era demasiado cálido para lo que llevaba puesto.

Sin embargo, cuando iba a desabrochar su tercer botón, vio la cara de Rick y se echó a reír.

"¿No me deseassss, Castle?"

Aunque todavía estaba muy borracha, sabía lo que estaba haciendo cuando se desabrochó algunos botones más, tentadoramente lento, sabiendo que él estaba mirando los botones que ella iba desabrochando para revelar... una fina camiseta debajo de la blusa.

Se quitó la blusa, la tiró en el asiento junto a ella y le dio una sonrisa arrogante.

- Castle pareces olvidar que soy la cebolla Beckett

"Yo me visto por capas, y me acabo de quitar una. Pero lo más importante, todavía tengo OTRA".

"Debes estar bromeando, Beckett," le dijo él, sacándole la lengua en gesto de burla.

Después de admirar las palmeras que bordeaban la carretera que serpenteaba en la limusina, observó que aquello era muy diferente de Nueva York.

Beckett, en su estado de ebriedad, no era muy original con sus respuestas

("no hay matrículas de Nueva York por ningún lado", obtuvo un "uh-uh de Castle mientras trató de ocultar su sonrisa).

Antes de que se dieran cuenta, pasaban delante de un pequeño centro comercial con fuentes y paseos de palmeras alineadas entre las tiendas.

Kate notó cómo la limousine se paraba, y miró a Rick.

"Castle, odio decirlo, pero esto no se parece en nada a una playa."

"No, no lo es. Me han dicho que hay una tienda aquí que vende ropa de playa.

Lanie-Dios bendiga a esa mujer-me dijo que a menos vayamos a una playa nudista, sería mejor hacer una parada para comprar algo decente mientras estemos aquí.

Aunque no me importaría vestirme indecentemente...

"Ella golpeó con fuerza su brazo,

"De todos modos, Lanie dijo algo acerca de que lo único decente que encontró en tu armario, era tu ropa de trabajo y un puñado de tacones altos, que todo lo demás era patético.

Y que necesitabas un sugar-daddy (ricachón) que te llevase de compras.

Y, zas, chasqueó los dedos,

"así que aquí estoy yo, soy tu sugar-daddy, y rematadamente guapo, si me permites decirlo."

Él la miró meneando las cejas antes de abrir la puerta y casi arrastrarla fuera de la limusina.

"Vamos".

Ella habría protestado, pero... número uno, sabía la magnitud de su vestuario (incluso estando borracha), Lanie estaba en lo cierto, y número dos, en su estado, ella no podía formular una razón válida para no ir con él y mucho menos hablar más de dos frases coherentes.

Así que se dejó llevar a la tienda que el chofer de la limusina les señaló discretamente.

Cuando entraron en la tienda, encontraron una gran variedad de colores y estilos, que iban desde trajes de baño y pareos, a ropa "casual", toda la ropa les parecía hermosa y tropical. Incluso los zapatos.

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