CAPÍTULO 17

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Otro día mas en el paraíso, parece que nuestra querida pareja se va entendiendo un poquito mejor. No cantéis victoria que todavía queda mucha historia por delante y aquí puede pasar de todo (menos un tsunami) veamos a que dedican hoy el día estos dos.

Rick se despertó el martes por la mañana y se sentía extraño.

Algo no iba bien. No podía decir a ciencia cierta qué era, pero algo no iba... bien.

Eran las 8 y media pasadas (bueno, no tan pasadas), pero aun así era tarde, teniendo en cuenta el reloj interno de Kate.

Así que, haciendo caso a esa sensación de inquietud, corrió escaleras abajo para averiguar qué iba mal, lo que le hacía sentirse susceptible y hacía que se le pusiese la piel de gallina. Nada.

Se acercó al porche de la piscina y encontró... nada.

Fue al porche del piso de arriba para ver si estaba leyendo.

Nada. Ni rastro de Kate.

Moviéndose cada vez más rápido, entró en su habitación y la encontró vacía.

Andando incluso más rápido, bajó a la playa.

No estaba en la orilla buscando conchas, y no estaba sentada en uno de los sillones.

Dios mío ¿dónde estaba?

Estaba empezando a ponerse realmente nervioso.

¿Dónde estaba?

Se quedó allí parado en la playa.

No sabía qué pensar.

No estaba en la casa, no estaba en la playa.

¿Dónde podría estar?

¿Dónde habría ido?

¿Debería llamar a la policía?

Ella ¡ERA! la policía.

Retrocedió un poco y se sentó en el borde de uno de los sillones.

Pasaba las manos por su pelo, preguntándose dónde podría estar.

En realidad, no debería preocuparse...

ya era una chica grande y obviamente podía cuidar de sí misma.

¿Entonces por qué tenía una especie de preocupación persistente en la boca del estómago?

Obligándose a relajarse, se levantó y fue hacia la casa a esperar con calma a que llegase.

Tal vez haría un poco de café, empezar a hacer el desayuno...

Al girarse para entrar en la casa automáticamente echó un vistazo a la playa una vez más y fue cuando vio una cosa de color rosa brillante.

El rosa oscuro no era un color normal en la playa, al menos no era un color natural que se ve en la playa.

Con sus manos por encima de los ojos, formó una visera que le permitiese ver mejor.

Sí, era una persona con una camisa rosa, andando raro por la orilla, justo por donde las olas no llegaban.

Sin darse cuenta, empezó a correr hacia la persona.

Según se acercaba, podía ver que aquella persona llevaba una camiseta de tirantes ajustada de color rosa y unos pantalones de entrenar negros, de licra.

Se dio cuenta de que era Kate. (¡Uff, menos mal!).

Pero al ver que era ella y que ya no estaba 'perdida', relajó su marcha un poco, pero se dio cuenta de que iba cojeando, y que apenas ponía peso en su pie derecho, echó a correr hacia ella.

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