Capítulo 6

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—¿Puedo hacerte una pregunta? —DongHae me miraba incómodo.

Asentí.

—¿Te gusta Sandra?

—¿Por qué la curiosidad?

—Responde —DongHae me miraba serio.

—No lo sé —Suspiré —.Ella es difícil.

—Eso no es cierto, sólo es especial.

—¿No es lo mismo?

—Por supuesto que no —Bufó— .Creo que nunca saliste con alguien.

—De hecho no.

—Pobre de ti —Soltó una risa pequeña —¿Iras al baile?

—Sí, es un honor para mí.

—Entonces te ayudaré a escoger tu atuendo.

—No te preocupes, puedo solo.

—Ajá, ¿crees que te voy a creer? Cada vez que Sandra no escoge tu ropa terminas como una bandera.

—Gracias, querido Donghae.

—Dime Hae, somos buenos amigos.

Las próximas horas sólo las pasamos de tiendas en tiendas. Hae tenía buen gusto y no cualquier cosa lo convencía. Incluso me pregunté si Sandra estaría en la misma situación que yo.

¿Qué impresión tendría de ella al verla vestida de una manera presentable? La mayoría de veces la veía con jeans y camisas o suéteres largos, en su mayoría color negro. Incluso nunca sujetaba su cabello, siempre traía la misma maraña de rizos y ni siquiera le molestaba.

Aún así, ¿qué podía hacer? Era su forma de ser, y en cierto punto me gustaba; era madura cuando la situación lo implicaba y otra veces parecía que tenía cinco años. Todo un dilema. Lo único que no cambiaba en ella era el brillo de sus ojos cuando hablaba, y es que era imposible no notarlo, me miraba directamente a los ojos sin parpadear cada vez que hablábamos y en ocasiones, me ponía nervioso.

—¿Qué te hace pensar que me gusta Sandra?

—¿Y por qué no? —Se encogió de hombros —Hacen buena pareja.

—¿De verdad?

—¡Hablo en serio!

—¿Sabes? Ella es como mi hermana, así que si le haces algo malo...

—No quiero hablar de ella, DongHae.

—Yo sólo decía —Me sonrió.

Parecía que Sandra era su hija pequeña. La protegía como a una adolescente de trece años. Si así era Hae, Alejandra la defendería aún más.

De regreso a casa no pude evitar estar ansioso. Tenía que ayudar a Sandra con sus deberes, lo que implicaba pasar más tiempo con ella. El problema no era compartir mi tiempo con la chica, sino que DongHae me había dejado pensando.

Admitir que le tenía aprecio a Sandra era difícil porque tarde o temprano tendría que regresar a mi hogar. Al lugar que me corresponde. Ella tendría que olvidarse de mí. Y para eso tenía un año, un año para que Sandra regresara a su país, un año para alejarnos uno del otro.

—¡Hola! —Sandra saludó energética.

—Hola —Sonreí —.Parece que estás feliz.

—Es fin de semana, ¿cómo no estarlo? —Suspiró —DongHae, hola.

—Hola, tú —Volteó a todos lados —¿Dónde está Alejandra?

—En la cocina, tengo hambre.

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