Reiníciame [BTS Yaoi]

Capítulo 10: Sobre tu espalda

[Jin]

Al haber estado durmiendo durante prácticamente todo el día, por la noche no pude pegar ojo, por lo que en vez de dormir pasé el rato jugando a Mario Bross. Namjoon había salido de fiesta con unos amigos suyos y ya me había advertido que volvería tarde. Serían las dos de la mañana cuando comenzó a sonarme el móvil.

- ¿Si?

- ¡Hyung!

Reconocí la voz de inmediato, y también pude distinguir el alcohol que llevaba en el cuerpo quien acababa de pronunciar esas palabras. Negué con la cabeza y me pasé una mano por el pelo con frustración.

- ¿Estás borracho, Namjoon?

- ...

- ¿Hola?

- ¡Ah, sí! No mucho. Bebí un poco.

- ...

- Luego un poco más, pero ya está. Voy bien, yo controlo.

-...

Cerré los ojos y suspiré. ¿Cómo podía ser tan maduro en unas ocasiones y tan irresponsable en otras? Este chico era un verdadero misterio. Me puse en pie y comencé a arreglarme para salir.

- ¿Dónde estás? Voy a por ti.

- Amm... Eh... En "Nalina", creo.

- ¿Crees?

- Ah... espera – Se escuchó como el sonido de fondo aumentaba, dándome a entender que había vuelto a entrar al local.- ¡Sugaaaa! ¡Sugaa! ¿Cómo se llamaba este sitio? Eh... ah no no, no es Jhope, es un amigo... Jin. Pues Jin. Ah... claro, sí, mi compañero de habitación. Que va...

Carraspeé para llamar su atención, pues parecía haberse distraído y comenzado a charlar con su amigo llamado "Suga".

- ¡Oh, es verdad, Jin hyung! – Se despidió y noté como el sonido de fondo volvía a descender drásticamente. Seguramente había vuelto a salir a la calle.- Si, estamos en "Nalina"

"¿Y dónde demonios está eso?" Bah, lo buscaría en el GPS del móvil, ya que dudaba mucho que el rubio estuviese en condiciones de darme indicaciones.

- Espérame, voy a por ti.

- ¡Si, eso! Te llamé para pedirte que vinieras, me dijo Zico que necesitaba decirte algo.

"¿Zico? ¿Quién narices es Zico? El alcohol le está afectando demasiado"

- Eh, si claro... Bueno, espérame tranquilito hasta que llegue, ¿entendido?

- Si, hyung.

Colgamos y salí pitando del cuarto con las llaves del coche encima. Al estar en fin de semana no había toque de queda, y por lo tanto las puertas de la residencia seguían abiertas. Aún así salí con cuidado de no hacer ruido, más que nada por educación. De camino busqué la dirección del local en el móvil. No estaba muy lejos, tan solo a cuatro manzanas, podría haber hecho el camino andando si no tuviera que cargar con un chico de metro ochenta y ebrio a la vuelta. Tras conducir durante más de media hora divisé el local, el cual a primera vista desde lejos parecía un antro. Me había costado encontrarlo, y si no llega a ser porque la música que salía de él se escuchaba a kilómetros y la entrada estaba abarrotada de gente, probablemente habría pasado de largo pensando que era la entrada a un garaje o despensa. De hecho, una vez fuera del coche, aún me planteaba seguir caminando. Ese sitio daba mal rollo.

Entré con los nervios navegando por cada milímetro de mi cuerpo. El lugar parecía un mar de gente, con la música demasiado alta y un olor a alcohol tan fuerte que casi se podía palpar. No era un sitio de mi agrado, por decirlo de alguna forma.