Capítulo: 36

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Recuperar.


Comenzamos a vivir nuestras vidas sin saber que las estamos viviendo. Cuando nos damos cuenta de que lo estamos haciendo, estamos ocupados jugando, demasiado como para tomarnos nuestras vidas enserio.

Suele ser en la adolescencia, cuando jugar ya no nos divierte y dejamos de hacerlo. Es entonces cuando nos comenzamos a buscarnos a nosotros mismos, y empezamos a odiar el mundo por escondernos tan bien que no somos capaces de encontrarnos.

Para algunos su búsqueda es corta, en unos años ya saben quiénes son y que quieren. Otros lo tienen más difícil. En mi caso lo difícil no fue saber lo que quería, fue saber quién era.

Había pasado mi vida siendo quien me decían que debía ser, hasta que apareció Zayn. Él me ayudó a ser yo, sin que importara quien los demás quisieran que yo fuera. Fue tomando el control de mi vida, despacio sin ninguna prisa, para entregármelo a mí.

Me encontré a mi misma porque Zayn me enseñó donde el mundo me había escondido. Aprendí que ser simplemente yo no es malo, Harry se encargó de eso, mientras Zayn se encargaba de que no me olvidara de ser yo.

Pero sin ellos, ser simplemente yo comenzaba a ser malo, y se me estaba olvidando ser yo. Sin ellos perdía el control de mi vida, me perdía a mí misma.

Y es que me habían enseñado muy mal, los necesitaba a mi lado para no olvidarme de lo aprendido, los necesitaba a mi lado para ser libre, o eso creía yo, porque con ellos cerca todo era más fácil las caídas no dolían tanto, ellos me sujetaban antes de que me diera contra el suelo.

— ¿Cuánto tiempo más piensas estar ahí?— sus ojos atravesaron los míos— Pasa. —

Cuando llagué a aquel frio hospital, había caminado dudosa hasta la habitación de mi padre, y una vez allí me había dedicado a mirar como este descansaba atreves de la puerta abierta. No me había atrevido a entrar, no sin su permiso.

Miré mis zapatos negros y queriendo salir a correr hasta estar legos de allí, entré en aquella habitación. No huiría, me quedaría allí a la espera de que mis lágrimas cayeran por mi rostro, a la espera de que mi padre me gritara.

Los segundos hasta que mi padre habló fueron una tortura, no sabía porque quería hablar conmigo, y me asustaba.

— ¿Has pensado alguna vez que no te quiero? —

Mis ojos dejaron de observar mis zapatos, ya desgastados, para mirar a mi padre. Mi corazón se lanzaba con fuerza contra mis costillas para hacerme saber que seguía allí, latiendo, diciéndome que querer a alguien no está mal.

Podría decir que mi mundo calló con aquella pregunta, pero no fue así, esa pregunta era la prueba de que siempre había estado en lo cierto respecto a mi padre.

—No—

Contesté con sinceridad, mi padre no había sido el mejor padre, me había convertido en su marioneta durante años, pero me quería. Aunque nunca intentó entenderme, aunque nunca fui lo suficiente buena para él, siempre me quiso.

Tal vez toda la libertad que me robó, durante años, la robó en nombre de ese amor, puede que mis sueños le parecieran meras estupideces por ese amor, y quizás sus gritos también fueron por ese amor.

—Angie, no quiero que te hagan daño, y lejos de mi no puedo evitar que te lo hagan, por eso no quería que te fueras. — Apretó sus ojos y respiró profundo. — Quédate. — volvió hablar cuando abrió sus ojos.

La palabra "quédate" le pesaba, le costó decirlo como si pedirme tal cosa fuera difícil como si le dolerá pedírmelo.

—No puedo. —

No podía quedarme, mi vida era mejor en Nueva York, me acababa de dar cuenta, esta vez diferente si era mejor. No podía quedarme tenía unos estudios que terminar, un sueño que cumplir y un ángel al que sacar.

Lucharía por sacar su ángel, el ángel de Zayn. Estaba convencida de que estaba en él, lo había visto antes y me gustaba.

— ¡Claro que puedes!— me gritó.

Las lágrimas comenzaron a caer sin descanso por mi rostro, el cuerpo de mi padre se tensó, no le gustaba que llorara, mis lágrimas lo enfurecían.

Su vena del cuello se hinchó al gritarme, sus ojos se abrieron tanto como pudieron. No podría parar de llorar, eso lo sabía bien, lo había intentado demasiadas veces y nunca funcionó, no, si él me gritaba, así que esa vez no lo intenté.

—No. — susurré entre lágrimas.

Sus ojos se oscurecieron, esas palabras despertaron a su demonio. Mis lágrimas seguían cayendo y a él le enfadaban.

— ¿por qué? — seguía gritándome.

—Me he enamorado. — volví a susurrarle.

La vena de su cuello dejo de estar hinchada, sabía que no me quedaría, sabía que ya me habían hecho daño, que ya no volvería a ser su marioneta, que había conocido la libertad y me gustaba ser libre.

—Me ha hecho daño pero le quiero, papá, no quiero perderlo. —

—Pero dudas querer tenerlo. —Asentí sin poder controlar mis lágrimas. —Angie, ya te ha hecho daño, ya lo has perdido. — mis lágrimas pararon. — Como yo a ti, ya te he hecho daño, ya te he perdido. —

Yo había perdido a Zayn, sí, y tal vez, si Zayn era el Zayn que violó a Emma nunca lo recuperaría, porque nunca lo habría tenido, y no puedes recuperar lo que no has tenido. Pero si Zayn era el Zayn del que me enamoré, él que un día tuve, tal vez si pudiera recuperarlo.

—Puedes recuperarme. — le confesé.

Solo necesitaba decirme que estaba bien si me iba, que podría volver cuando quisiera. No necesitaba una disculpa, por todas las veces que necesite una y no me la dio. Tampoco necesitaba que intentara entenderme, ni que fuera el mejor padre. Solo necesitaba recuperarlo y él me recuperaría a mí.


Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora