Capítulo: 13

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Que celebren nuestros labios.


Los días pasaron sin Zayn, yo iba de la universidad al trabajo y después de vuelta al pequeño espacio que un día compartí con él. Era veinticinco de diciembre, navidad, esa fecha que pasas rodeada de la gente que quieres. Yo estaba sola, tirada en la cama viendo pasar el tiempo. La noche anterior había cenado con Harry y Natacha pero esa mañana estaba sola.

La ciudad estaba cubierta de nieve, había estado dos días cayendo, del cielo gris, copos de nieve, lenta pero constante. Aquella mañana el sol se había hecho paso entre las nubes y la nieve había parado de caer. El cielo se veía azul, no un azul celeste, claro y reluciente, pero azul al fin.

Las calles estaban repletas de niños con los juguetes que Santa les había dejado la noche anterior bajo el árbol decorado y lleno de luces de colores que estos días tenían en casa. Yo no tenía árbol, pero sabía que esa no era la razón por la cual Santa no me dejó ningún regalo, sabía que era porque yo no tenía ninguna Santa en mi vida.

Abuela y nieto pasarían el día en Nueva Jersey, en casa de unos familiares. Me habían invitado a ir con ellos, pero yo me había negado de todos las maneras posibles, y por ello aquella mañana estaba en esa cama de noventa acompañada de la soledad.

Eran las primeras navidades que pasaba sola, fuera de ese pueblecillo español, y no me quejaba, eso era algo que había decidido yo, para encontrar un camino iluminado que me llevara a un escenario alumbrado por focos.

Unos golpecitos en la puerta hicieron que ver pasar el tiempo desde mi cama dejara de ser tan emocionante y ahora, que alguien estuviese tras esa vieja puerta lo era. Otra vez los golpecitos se hicieron escuchar y yo metida en mi pijama de Bob esponja me acerqué a la puerta.

— ¡Feliz Navidad!—

Sonreía radiantemente como el sol de verano brilla en el cielo. Vestía un pantalón vaquero oscuro y su camiseta era tapada por su chaqueta de cuero negra. Quitó su gorro del pelo negro azabache y entró sin ser invitado.

—Santa dejó algo para ti debajo de mi árbol. —

—Zayn ¿Qué haces aquí? —

—Sabía que estarías sola. —

Al parecer él lo sabía todo sobre mí y yo nada sobre él. Tal vez debería asustarme, supo mi nombre sin que yo se lo dijera, la audición y ahora también cuando estaría sola y cuando no. Abrí el paquete que me dio mientras él miraba mi acción, cuando quité el papel plateado me encontré con una caja dura de cartón, en su interior estaba esa cámara fotográfica tan deseada por mí. Sus ojos brillaban, me miraban esperando una respuesta.

—Zayn...—

—Con un gracias es suficiente. — sonrió.

—Gracias. —

Sus brazos me envolvieron, todo mi cuerpo se relajó bajo su tacto, bajo su calor. Cuando nos separamos me acordé que cubría mi cuerpo, y me imaginé que pelos tendría. Él sonreía como si lo que estaba viendo le gustara, cosa que yo dudaba, debería de estar horrible, mi pelo era algo parecido a un nido, revuelto y enredado. El pijama de Bob esponja era grande para mi cuerpo.

—A mí me ha regalado un coche nuevo. — sonreía feliz, mostrándome las llaves. — Vamos tienes quince minutos antes de que nos vayamos. —

No puse resistencia ¿para qué? Él siempre conseguía lo que quería, me negara o no él tendría lo que quería de mí. Me metí en el baño sin puerta, buscando algo de privacidad que como era de esperar no encontré allí. Zayn caminó lentamente hacia la ventana y miró por ella.

Zayn escondía secretos, y no secretos de esos pequeñitos que todos tenemos, algunos esconden que el novio de su hermana le cae mal y pone una sonrisa en su rostro delante de él solo para guardar su secreto, otros esconden algún hobbies o afición, pero los secretos de Zayn eran grandes, de esos que dejan huella de esos que no se olvidan.

Bajo capas y capas de misterio que lo envolvían estaba él, Zayn, lo que aún no tenía muy claro si era el Zayn que me gritaba desquiciado y sin ningún control. O el que acariciaba mi majilla con ternura, jugaba con mi pelo y peleaba con mis labios. Tal vez un poco de ambos.

Fuimos al puerto, estaba blanco, brillaba bajo los rayos del sol que querían deshacer la capa de nieve que lo cubría, pero era gruesa y le llevaría bastante tiempo. Acabó consiguiéndolo, acabó con el manto blanco que cubría toda la ciudad, para el último día del año ya no había nieve, pero al frio no pudo vencerlo, este se quedaría por un tiempo con nosotros.

El treinta y uno de diciembre, Zayn me llevó con él sin decir donde, subimos a la azotea de algún rascacielos, allí el aire quería congelarlo todo y jugaba con mi pelo que salí bajo el gorro negro en mi cabeza. Mis ojos estaban vendados, no podía ver por dónde estaba andando, sentía las manos de Zayn en mis caderas guiando y evitando mi caída.

Había tapado mis ojos, Zayn los escondió bajo una tela oscura y suave. Sabía que estábamos en la cima de algún rascacielos de la ciudad, el aire frio me lo contaba susurrando en mis oídos. La tela se deslizó, me dejó ver el Time Square con la bola iluminada en lo alto, estaba frente a mí tan cerca y tan lejos a la vez.

La bola en lo alto, rodeada de luces, millones de personas esperándo en el suelo la bajada de la bola gigante, el cuerpo de Zayn presionado contra el mío, me aportaba calos, poco, pero era agradable.

—Es-es precioso. — le dije sin despegar mi vista de todas las luces y personas que allí abajo parecían pequeñas.

—Lo sé. —

Se separó de mi espalda y se colocó en mi lado derecho dejando sus manos, envueltas en unos guantes negros, reposar sobre el poyete duro y frio que nos llegaba a la cintura. Fijó su mirada al frente disfrutando de lo que veía, yo también disfrutaba de lo que veía con mi cabeza girada hacia la derecha.

— ¿Nunca has visto caer la bola? —

—No. —miré al frente. —Es el primer año que paso el fin de año aquí. —

— ¿Cuánto haces que estas en Nueva York? —

— ¿De verdad no lo sabes? —

Él no preguntaba, él no lo necesitaba, Zayn siempre sabe las respuestas. Lo miré sonriéndole tímidamente, y él me sonrió descaradamente, no quería ocultar que estaba feliz. Y no debía hacerlo, nadie tiene que ocultar lo que siente.

—Esos se me ha escapado. —

—Hace unos meses. —

— ¿Qué era lo que siempre quisiste hacer en esta ciudad? —

—Recorrerla. —

— ¿Lo has hecho? —

No, no lo había hecho. Siempre quise perderme entre sus calles, descubrir sus secretos y joyas mejor guardadas. Agité mi cabeza, ella dijo que no. Y minutos después a solo un minuto de las doces comenzó a bajar la bola.

Bajaba radiante, avergonzado a las estrellas por la luz que desprendía. No llevaba prisa, pero tampoco paraba en su trayectoria al suelo. Las personas en el suelo le gritaban indicándole el ritmo que debía llevar, comenzaron gritando diez y siguieron la cuenta atrás. Por cada número gritado la bola bajaba más y yo sentía aún más el calor de Zayn.

"Cuatro" y la ropa que vestían nuestros cuerpos ya se tocaban. La bola llegó al final y la lluvia de confeti comenzó. Pero no me dio tiempo a verla, los labios de Zayn atraparon los míos y mis ojos se cerraron.

Cuando la bola llega abajo y el reloj marca las doces las bocas se encuentran. Como muchas otras personas hacían con la persona a su lado, Zayn me besaba, y yo a él. Nuestras lenguas jugaban sin descanso, el calor crecía en mi interior y la paz me invadía.

Sus manos en mi cintura me acercaban a él como lo hacían mis manos en su cuello con él. Sus besos encendían en mi estómago fuego artificiales, muchísimos mejores que los que resonaban en la ciudad, nada tenían que envidiarles a los que relucían en el cielo.

Nosotros nos seguíamos besando mientras que el planeta entero comenzaba una fiesta pero ¿Quién necesita una fiesta teniendo sus labios?

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora