Capítulo: 4

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El nieto de Natacha.


Aquel día la ciudad, como era de esperar, estaba fría, el cielo parecía enfadado por su color oscuro y las nubes, ligeramente grises, pronto descargarían su furia sobre la ciudad de Nueva York. La gente seguía sus vidas, corriendo de un lado a otro, para no perder el autobús o el metro tal vez, y así, poder llegar a tiempo a sus destinos.

Mi vida había seguido igual, había soñado con esos ojos brillantes y vacíos de sentimientos, durante las tres últimas noches, quería volver a verlos y si para ello tenía que llorar y correr una vez más lo haría. Él no apareció por aquí, pero si el castaño.

Cuando empezaba mi turno estaba allí, me miraba y se iba dejando dinero y un vaso lleno en la mesa que había ocupado, volvía a aparecer diez minutos antes de que mi turno terminara, entraba en el baño y se manchaba, regalándome una mirada antes de salir.

Lo que no cambio fue Jame sentado en el taburete junto a los baños, con su vista pegada en el vaso con cerveza en su interior, objeto que permanecía entre sus manos. Tampoco la agradable Natacha y la rubia de las tetas pegadas a la garganta cambiaron.

Cuando llegué como los tres días anteriores el castaño estaba allí, pero aquel día no dejó dinero en la mesa junto al vaso lleno y se fue. Aquel día se quedó allí, observó como me acercaba a la ventana tras la barra que te dejaba ver la cocina.

Natacha estaba mirando al castaño desde la ventana. Cuando llegué hasta ella, me sonrió, como hacia todos los días.

—Estas más callada que de costumbre. ¿Qué pasó en acción de gracias? —

Su mirada estaba clavada en el muchacho, al cual, fue a parar la mía también. Aquel castaño no había parado de mirarme desde que entre y no parecía que fuera a parar.

—Nada, voy a cambiarme. —

Tratando de evitar el interrogatorio de Natacha me fui a los baños. Me puse la pequeña tela negra que hacía las veces de falda y una camisa blanca. Con el uniforme puesto salí para empezar con mi trabajo.

Mi jornada estaba transcurriendo bajo la atenta mirada del castaño. Pronto la puerta se abrió y por ella entró Zayn. Su cara estaba llena de golpes y sus ojos cubiertos por unas gafas oscuras de sol, que pronto fueron alejadas de ellos.

Se sentó junto al castaño, quien mantenía su mirada en él, habiéndola alejado de mí. Jessica rápidamente se dirigió hacia ellos haciendo mover sus caderas en el trayecto. La rubia puso una amplia y coqueta sonrisa mientras repasaba a Zayn con la mirada.

— ¿Les sirvo algo? Guapos. —

—Dos cervezas— dijo bruscamente Zayn.

—Bien, ahora mismo encanto. —

Jessica volvió a mover sus caderas en su camino a la barra para coger lo que le pidió. Mi mirada seguía clavada en Zayn, recorriendo todo su rostro, su barba de unos dos días, el tono morado de ciertas partes de su cara, sus brillantes ojos miel rodeados de largas pestañas y sus labios rosados.

Zayn y el castaño discutían cuando Jame, como todos los días, llegó, a las ochos justas, ni un minuto más ni un minuto menos. Miró a los dos que discutían y se fue a su lugar. En cuanto su culo rozó el taburete yo ya la estaba llevándole su cerveza con una sonrisa en mis labios.

Minutos después el castaño salió no muy contento, y por primera vez en aquel día Zayn me miró. Yo estaba tras la barra limpiando unos vasos de cristal, él se acercó a la barra y rápidamente la rubia fue hacia él.

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