Capítulo: 5

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Harry.


Habían pasado los días desde aquella pequeña conversación entre Zayn y yo. No lo había vuelto a ver, algo dentro de mí quería volver a verlo, que entrara por la chirriona puerta del local y me mirara con esos ojos suyos tan brillantes. Supongo que eso mismo, dentro de mí, me hacía mirar la puerta, con esperanza dibujada en mis ojos, cada vez que sonaba ese molesto chirrido.

Fuera el viento soplaba con fuerza como si quisiera apagar todas las luces de la ciudad como si fueran velas, el cielo gruñía furioso, y dejaba salir de él rayos que lo iluminaban por segundos tanto como Nueva York lo estaba. La lluvia lo golpeaba todo a su paso, mojando todo aquello contra lo que chocaba.

Sacudió su melena rizada, como un perrito cuando acaba de ser bañado. No me di cuenta pero lo miraba sonriendo mientras realizaba aquella acción tan tierna como divertida. Cuando Harry dirigió sus ojos hacia mí, y me mostró sus hoyuelos al sonreír.

—Hola. Angie. — Dijo una vez que estábamos únicamente separados por la barra.

—Hola. —

— ¿le falta mucho mi abuela? — Preguntó a travesando mis ojos marrones con los suyos verdes.

—No-no lo sé. —

—Mi abuela me ha hablado mucho de ti, y muy bien. — Le sonreí por falta de palabras. — Me han comentado que no tienes muchos amigos. —

Eso era muy cierto, por muy triste que fuera Natacha era mi única amiga. No pudiendo negar aquel hecho y tampoco afirmarlo con palabras simplemente asentí.

—Bien, así no tendré que pelear contra nadie por su amistad. —

¿Es que esta chico no se cansaba nunca de sonreír? Pensé mientras que miraba la sonrisa dibujada en esos rojos y carnosos labios. Le sonreí delicadamente antes de dejar que unas palabras se resbalaran de mi boca.

—me encanta la idea. —

En los pasillos de la universidad todos tenían alguien con quien hablar, con quien reír, alguien con quien estar mientras comenzaban las clases, yo no. No tenía amigos allí, pero ahora no podía decir que tampoco los tuviera fuera fuera de allí, eso sería mentir, fuera estaba Harry.

Caminaba tranquilamente por el, aparentemente, interminable pasillo cuando el profesor Gómez salió de unas de las puertas de madera de aquel tan largo pasillo.

—Angie. Quiero hablar contigo, ¿tienes unos minutos? —dijo mientras quitaba sus pequeñas gafas de sus ojos.

Me hizo un gesto para que lo siguiera, y así lo hice. Entramos en la gran sala de teatro donde hacíamos las practicas, me señaló una de las butacas para que me sentara, cuando lo hice él imitó mi acción.

—Colaboro en una pequeña compañía de teatro, estamos preparando una obra de teatro solidaria, La cenicienta.­—me entregó unos folios escritos que comencé a leer mientras él continuó hablando. —Las audiciones serán el próximo sábado. Creo que eres perfecta para representar a Cenicienta.

Me miró esperando que yo dijera algo, tuve que hacer un esfuerzo para sacar las palabras atascadas en mi garganta, o bueno algunas de ellas.

— ¿Pa-para el papel protagonista? —pregunté asustada.

—Preséntate, sé que lo harás bien. —Salió de allí mientras yo miraba los papeles en mis manos fijamente, asustada y sin saber qué hacer.

Es curioso cómo nos pasamos la vida siguiendo a nuestros sueños, como el dolor nos invade cuando nuestro sueños cruzan una puerta que para nosotros está cerrada y aún más cuando la puerta se nos abre y nos asustamos, no sabemos si la queremos cerrada o abierta, pues así estaba yo, sin saberlo, pero queriéndola abierta.

Aquel era uno de esos días en los que el establecimiento en el que yo trabajaba estaba prácticamente vacío, posiblemente debido a la lluvia. Jame ocupaba su lugar en el taburete junto a los baños, Natacha estaba en la cocina y Harry frente a mí, ambos sentados en una de las mesas junto a las ventanas.

—Y entonces caí de bocas al barro. —

Harry terminó su historia de la infancia, y yo, rompí en carcajadas ante tan cómica historia en la que un niño de cinco años es empujado por un perro de tamaño considerable, haciéndolo caer de bocas al barro. Tobi, así se llamaba el animal, había estado soportando que el pequeño niño tirara de su animada cola.

—No es gracioso. —dijo cruzándose de brazos y recostándose en su asiento.

—Si lo es, pobre perro lo que tenía que aguantar. —dije entre risas.

— ¡Pobre yo! —exclamó.

Volví a reír, reía como no lo había hecho en mucho tiempo. Era de esas risas que te quedan sin aire, esas que hacen a tu mandíbula y abdomen doler, esas que no puedes silenciar. No importa la falta de aire o el pequeño dolor, cuando ríes así no quieres parar, porque aunque sea por un ratito, eres feliz.

Esa risa descontrolada que salía de mi garganta cesó, y lo hizo como el agua deja del salir del grifo cuando lo apagas, rápidamente. Zayn acababa de atravesar la puerta y estaba allí a unos metros de mí.

—Angie. —me llamó Harry.

—Tengo que atenderle, ahora vuelvo. —le sonreí y él asintió.

Me posicioné tras la barra frente a Zayn. Jame nos miraba de reojo sin soltar su vaso casi vacío. Zayn me atravesaba con el brillo de sus ojos y yo mantenía una lucha interna por sacar las palabras de mi interior.

—Un Ron con Coca-Cola. —

Pidió sin ninguna emoción en su voz. Mordí mi labio inferior ligueramente y fui a buscar lo que me pidió para después dárselo. Bebió casi medio vaso de una vez mientras yo lo observaba. Cuando dejó el vaso largo sobre la barra de madera vieja levanto su mirada, miró hacia mí, yo me disponía a irme pero su voz me detuvo.

—Deberías hacerle caso a tu profesor. —

— ¿Qué? —

—Harry te espera. —

Miré hacia Harry y allí estaba, mirándome, mostrando sus dientes y con rizos en su frente. Le sonreí levemente, note el cuerpo de Zayn desplazarse hacia una mesa cercana a la que yo compartía con Harry.

Harry me hacía reír bajo la atenta y posiblemente celosa mirada de Zayn, quien mantenía su mandíbula apretada como sus manos alrededor del vaso. Harry estaba rodeado de alegría, mientras que Zayn lo estaba de misterio, tal vez fuera eso lo que hace crecer la curiosidad dentro de mí sin ningún descanso.


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