capítulo: 14

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Un poco de Jame.


La puerta se abrió haciendo su característico sonido. Llevé mi mirada hacia ella esperanzada, y la alejé cuando vi quienes entraron por la puerta. Era una mujer de pelo largo y rubio brillante, acompañada de un hombre de ojos azules y barba abundante. Entraron riendo, invadiendo todo de carcajadas. Yo seguía callada junto a Jame, los dos mirando la cerveza de aquel hombre desesperanzado.

—Tienes suerte de que no sea él. — susurró con voz enronquecida. —Ese muchacho guarda muchos secretos. —Los dos nos mirábamos y tras unos segundos de silencio continuó. —Y además es una persona peligrosa. —

Tenía razón, cada una de las palabra que salieron por su boca eran ciertas. Yo en aquel momento era consciente de que guardaba secretos, demasiados. Pero no sabía que era peligroso, o al menos no quería saberlo.

—Tengo que atenderles. —

La pareja reía en medio de un beso, con sus labios pegados, los dos estaban sentados uno junto al otro en uno de los pequeños sillones de forro burdeos algo roto. Caminé hasta ellos con una libreta en mi mano y un bolígrafo en las anillas de esta.

— ¿Qué desean tomar? —

Los dos me miraron con una pequeña sonrisa aún dibujada en sus rostros. Sus manos estaban entrelazadas bajo la mesa, la piel pálida de ella y la morena de él se negaban a separarse, tal y como hacia veinte días los labios de Zayn y los míos lo hacían.

La felicidad estampada en sus rostros me llevó a esa azotea frente al Time Square, todo iluminado, con más gente mirándolo, feliz, de la que se podía contar. Yo también estaba feliz, en ese momento, antes de que bajara la gran bola, mientras lo hacía y también cuando llegó a su destino lo estuve.

Pero veinte días después todo lo que podía hacer era pensar en si a Zayn le daría por volver a aparecer, aunque fuera ensangrentado, por mi vida de nuevo. La boca entre la abundante barba se movía rápida y ágil, fue cuando se paró cuando me di cuenta que no había escuchado lo que aquel hombre decía.

—ehh ¿me lo puedes repetir? —

—Dos hamburguesas con patatas y una de ellas sin queso. —

El bolígrafo azul se deslizó sobre la hoja de la libreta, dejando caer su tinta en el papel cuadriculado según los movimientos de mi mano derecha. Asentí. Fui hacia la ventana que me comunicaba con Natacha y le pedí las dos hamburguesas con patatas y unas de ellas sin queso.

Volví a mi sitio, junto al hombre triste a esperar que el pedido estuviera listo. Nosotros rodeados de silencio, dolor y añoranza. Y aquella pareja rodeada de felicidad, risas y amor.

—Jame ¿Qué te hizo Zayn? — susurré, no estaba segura de si debía haberle preguntado lo que no salía de su cabeza.

—Destrozó mi vida, es lo único que sabe hacer, destrozar vidas. —

Esas palabras no aclararon muchos mis dudas, pero si alimentaron mi curiosidad ¿Qué era aquello que hizo para destrozarle la vida? ¿Cómo sería antes Jame? Él, quien estaba a mi lado mirando hechizado el contenido del vaso entre sus manos, sabía las respuestas a esas preguntas.

— ¿Cómo lo hizo? —

—Destruyendo a la única persona que me quedaba. —

Miró mis ojos como si quisiera leerlos y no pudiera, como si quisiera sacar de ellos algo que no encontraba. Los suyos estaban brillosos, tristes, desesperanzados y puede que también asustados. Zayn hizo algo más que destrozar su vida y destruir a la única persona que le quedaba en la vida, lo destruyó a él también.

—La persona que más he querido. — dijo antes de volver a quitar esos ojos cansado de mí y volver a su vaso.

Acaricié su espalda tratando de consolarlo, pero él no tenía consuelo, él estaba condenado a vivir buscando a esa persona en aquel vaso. En aquel momento supe lo que buscaba en su cerveza, solo quería huir de la realidad, quizás volver a un pasado en el que fue feliz.

Iba a seguir consolándolo, bueno a intentarlo sin éxito, porque ese hombre no tenía consuelo, pero Natacha asomó su cabeza por la ventana, alegre me llamó y dejó dos platos en el poyete. Llevé las hamburguesas a las dos felices personas y volví a sentarme junto a Jame dejando que el silencio nos envolviera.

No seguí preguntando, no seguí atormentando a Jame con recuerdos de un pasado que lo consumía como se consume una vela encendida. Tuve piedad del hombre y dejé todas esas preguntas que moría por hacer sobre su historia con Zayn.

El mundo está lleno de gente con vidas diferentes, todos tenemos una historia, algunas cortas, otras largas, unas alegres, otras tristes, algunas son aburridas y otras interesantes, pero la tenemos.

Hay personas que viven felices, ajenos al dolor de otros y hay otras personas que dudan que la felicidad sea real. Lo normal es que haya momentos felices y momentos tristes en muestras vidas, abunden más unos u otros.

Los pasillos de la universidad estaban llenos de personas cada una con su historia. Yo caminaba entre ellos con libros en mis brazos y un bolso colgando de mi hombro, yo como ellos también tenía mi historia, no sé si lo suficiente buena como para ser contada, tal vez la parte que compartía con Zayn lo fuera.

Escuché lo voz del profesor Gómez, lejana, más de lo que en realidad estaba. El hombre se acercaba a mí esquivando alumnos y algún profesor mientras llamaba mi nombre, pero yo estaba inmensa en un beso pasado, un beso seguido de sonrisas, risas, ojos brillantes, pupilas dilatadas, manos unidas, felicidad y deseo. El aire frio de la noche en mi cara sintiéndose agradable.

—Angie. —Me giré y estaba allí con varias carpetas en su mano.

— ¿Sí? — contesté tranquila, no muy segura de sí estaba ya en aquel pasillo o seguía besando a Zayn en la noche llena de luces artificiales y confeti volador.

—Tengo algo que contante, ven conmigo. —

Lo seguí hasta un despacho en el que nunca antes había estado. Era una sala mi muy grande ni muy pequeña, con un escrito en el centro y una silla tras el mueble. Una ventana que daba al campus y una estantería llena de libros.

—Siéntate. — Me cedió la única silla en el lugar y él se sentó en una esquina del escritorio. — iban a llamarte, pero quería decírtelo yo. —Sonreía. — Te han dado el papel ¡eres Cenicienta! —

Sus palabras llegaron a mis oídos, altas y claras, con fuerza. "¡Eres Cenicienta!" Había dicho feliz. Zayn salió de mi cabeza, Zayn y todo lo que estuviera en ella, me asusté, quise correr, irme lejos, pero entonces algo cambió, era lo que yo quería, actuar ¿Por qué huir de mi felicidad? No tenía sentido, pero aun así me asustaba.

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora