Capítulo: 11

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Secretos de la noche.


Nuestras frentes juntas, nuestros ojos cerrados, nuestras bocas separadas la una de la otra, nuestros pechos subiendo y bajado al mismo tiempo y los dos sentados sobre las mismas sábanas blancas y suaves. El tiempo parecía haberse congelado en aquel momento y nosotros con él.

Zayn me había besado, sus labios suaves pero con alguna grieta y ese pequeño corte me habían callado, habían silenciado mis quejas. Si cada vez que me quejara pensaba callarme así entonces no pararía de quejarme, me justaba como el calor subía por mi cuerpo cuando sus labios mojaban los míos.

¿Así se siente cada vez que te besan? ¿O solo cuando es Zayn quien lo hace?

Nunca unos labios se habían posado sobre los míos tímidamente, cual mariposa en una flor, para después devorarlos, sin piedad alguna como un tigre hambriento devora a su presa. Había estado años torturándome por no haber besado antes, por no haberlo hecho, como todas las chicas, en la adolescencia. Hasta aquel día, hasta que aquel día de diciembre a las cinco de la tarde Zayn decidió silenciarme.

Mientras nuestros ojos se abrían nuestras frentes se separaron. Un gemido de dolor se desprendió de entre sus labios y su espalda buscó la comodidad del colchón, de lo que no estoy muy segura es de si fue encontrada en aquel colchón viejo y con muelles que tratan dañarte.

— ¿Estas bien?— le susurré mientras colocaba las sabanas sobre sus caderas.

Él asintió, seguía empeñado en ocultarme la verdad, sea cual sea esta. Abandoné el pequeño espacio de cama en el que descansaba y me acerqué a la ventana. Fuera el viento sopla furioso y el cielo permanece en las tinieblas, escondido tras esa capa gris de nubes.

Abajo, en el suelo, los dos coches destrozados rodeados por tres agentes de policía y un hombre de unos cuarenta años envuelto en capas y capas de ropa.

Mis manos veloces suben hasta mi boca, mis pies giran y mi espalda se sostiene en la pared. Esos ojos radiantes me miran confusos por mis acciones. Olvidé esas dos cosas móviles allí abajo, en la fría calle.

— ¿Qué pasa?—

No sé qué me asusta más, si lo que pasaba abajo o lo que pasaría cuando Zayn lo supiese. Tendría que enterarse en algún momento, era su coche una de las víctimas de la noche, era su coche el que dejaba salir humo de su capó, se enteraría, pero no en aquel momento.

—Nada. —susurré con mis manos ya bajas.

—Angie...—

—Tengo que ir a trabajar, he faltado a clase pero no puedo faltar al trabajo. — le sonreí. — Además estas bien ¿no?—

Asintió dudoso, no por la respuesta que le daba a mi pregunta, si no por mi repentina necesidad de huir de él. Fui directa al baño y la ropa que llevaba se deslizó fuera de mi cuerpo. Dos pedazos de tela negra guardaban los secretos de mi cuerpo.

Me vestí de nuevo, ropa limpia y protectora cubría mi cuerpo, el espejo reflejaba la noche pasada sobre mi piel. Un poco de color en mis mejillas, así no estaban tan pálida, mascara de pestaña sobre mis pestañas, así eran más largas y, entonces, el reflejo de la noche pasada sobre mí era más borroso.

Salí del peño lugar sin puerta en el que busque intimidad, él me miraba sin moverse de la pequeña cama, yo no lo miré, cogí mi fiel abrigo negro y caminé a la puerta.

—Angie, es temprano. —

Lo era, pero yo quería huir de allí, de él, de contarle la verdad. Yo la que le pedía sin descanso su verdad no le daba la que la noche guardaba. Yo podía moverme sin que mi cuerpo se quejará, él no, asique esta vez gané yo, me fui escuchando su voz pedir lo contrario.

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora