1. Anna, Anna Prescot

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Nada más salir del aeropuerto corrí con la maleta y bolsas en mano hacia el primer taxi que divisé.

Abrí la puerta trasera y allí metí mis maletas, después me senté yo precipitadamente.

-Lléveme aquí -le dije al taxista entregándole un papel con la dirección de la que ahora era la casa de Jessie en Nueva York.

El taxista asintió y comenzó a conducir. Llevaba diez dólares para pagar el taxi, mi padres no querían darme más porque me habían comunicado que Jessie cuidaba a una familia de niños con bastante dinero.

Yo, la verdad no quería ir ya que antes me encontraba bastante bien en el ejército junior con mis amigos en Texas.

Todos los días hacíamos muchas actividades, calentábamos y nos lo pasábamos genial. Por eso conservaba mi traje del ejército de camuflaje y lo llevé en la maleta.

Miré por la ventana y ya estábamos por Manhattan, la gran manzana.

Todo era espectacular; habían muchísimos vehículos en la carretera, grandes y altos rascacielos de los que no llegaba a ver el final por su altura y la gente paseaba.

-Ya estamos -me comunicó el hombre y pregunté cuanto era-. Son siete con treinta y cinco.

Le di el billete de diez dólares y me dio el cambio. Salí con las maletas y caí al suelo por el peso en la acera.

-¿Me puede ayudar, por favor? -pregunté tirada en el suelo al taxista.

-Lo siento señorita, mi trabajo para usted ha terminado -dicho esto salió disparatado.

-¡Pues... pues no me hable de usted si no me va a dar el respeto que merezco! -le grité aunque no me oyese.

-¡Oh cielo santo! -exclamó alguien con acento cerca mío y miré a mi derecha-. ¿Estás bien? -era un niño de pelo moreno y piel morena, parecía extranjero.

-Bueno...

Él me tendió una mano y la cogí rápidamente, él era la primera persona que me ayudaba nada más llegar.

-Muchas gracias -dije cogiendo dos bolsas. Cuando el niño cogió la tercera bolsa, esta, cayó al suelo-. Vaya, eres manos de mantequilla -dije riendo y cogí la bolsa.

-Lo siento, no tengo mucha fuerza muscular -respondió él encogiéndose de hombros y reí-. Por cierto soy Ravi.

-Encantada, soy Anna.

-¡Oh! No me lo puedo creer, ¡Jasmine Norman tiene las botas de Ralph Lauren modelo otoño-invierno que yo quiero! -gritó una voz chillona y al mirar a su dirección encontré a una chica rubia alta y estilosa.

- Hola Emma -la saludó Ravi-, te presento a Anna, Anna, ¿eres una nueva vecina?

-Bueno, se podría decir que sí -contesté entrando al vestíbulo junto a los dos-. Vengo a mudarme con mi hermana, puede que la conozcáis.

-¿Cómo se llama? -preguntó Emma metiendo su móvil en el bolsillo trasero.

-Jessie.

-¿¡Jessie?! -gritaron al unísono los dos y yo asentí.

-¿Qué pasa con Jessie? -preguntó un chico vestido de portero corriendo hacia nosotros-. ¿Le ha pasado algo, está bien?

-Sí, ella está bien, Tony -dijo Ravi intentando calmarlo-. Es sólo que esta dulzura afirma que es la hermana de nuestra querida Jessie.

-¿De verdad? -preguntó Tony asombrado y asentí-. ¡Qué guay! ¿Cómo te llamas?

-Anna, Anna Prescot.

-Bienvenida a Nueva York, la ciudad más cosmopolita del mundo -exclamó Emma y me abrazó-. Qué bien que haya una chica más en casa con la que pueda hablar de moda.

-¿Qué chica más? -preguntó la voz de una niña y miré al ascensor donde había una niña de pelo negro y rizado y la piel de color.

-Zuri, te presento a Anna -dijo Ravi-. La hermana de Jessie.

-¿Eres la hermana de Jessie? -preguntó Zuri, incrédula y asentí-. ¡Que guay! -exclamó dando saltitos.

Yo sonreí, la verdad es que estaba recibiendo una buena bienvenida, de momento. Y supuse que aquellos niños serían los que cuidaba Jessie.

Y de momento me caían bien, parecían buenos chicos. Según Jessie en su correo, aquellos niños eran diablillos en la casa.

-Corre, ven, debes ver a Jessie -dijo Zuri cogiéndome del brazo y mientras Tony cogía mis maletas y bolsas sin la ayuda de nadie, debía estar acostumbrado.

Emma marcó una planta y esperamos a llegar mientras Zuri me hacía miles de preguntas que me agobiaban, pero final y afortunadamente llegamos y la puertas se abrieron dejándome ver el paraíso.

-Wow -dije entrando en el maravilloso piso newyorquino. Era realmente asombroso, ¿y mi hermana vivía allí? O mejor dicho, ¿yo viviría allí?

-Sí, Wow, eso dicen todos -se quejó Emma con voz cansada y fruncí el ceño.

-¡Chicos! -exclamó una voz conocida-. ¿Quién ha sido el que ha puesto pica-pica en la jaula de la señora Kieppling?

Entonces la ví, era ella. Su pelo había crecido y ya no tenía su famosos flequillo a un lado. Su pelo estaba muchas más pelirrojo o naranja que la última vez que la vio y se le veía más madura.

-¿Anna? -preguntó mi hermana cuando terminó de bajar las escaleras y asentí con una sonrisa, ella corrió a abrazarme y la imité.

La abracé muy fuerte.

-Espera... -dije terminándola de abrazar y comencé a olisquearla-. Hueles... Hueles bien.

Jessie negó con la cabeza, divertida, mientras los niños reían.

-¿Has venido tú sola? ¿Con trece años? -preguntó ella incrédula y asentí-. Pero, ¿por qué?

-Quería darte una sorpresa. Papá y mamá se han ido fuera un año y yo tengo que venir a vivir aquí hasta nuevo aviso, siento no poder haberte avisado antes...

-No importa, estoy contenta de que estés aquí -dijo Jessie y me abrazó de nuevo-. Espera, debo llamar a Christina -dijo y cogió su móvil para comenzar una llamada.

Mientras esperaba a que Jessie terminase la llamada, volví la cabeza y dos chicos salían de la cocina.

Uno era alto, tenía el pelo rubio y era bastante guapo. El otro, era también alto, pelo moreno y la cara llena de adorables pecas.

-Em, hola -dijo el pecoso con una sonrisa.

La hermana de JessieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora