16. Año Nuevo, movidito

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16. Año Nuevo, movidito

—¿Rimel? —pregunté leyendo la lista de Emma y lo sacó de la bolsa—. ¿Pintalabios? ¿Base? ¿Lapiz? ¿Pintauñas? ¿Lima? Ay, Emma que lo tienes todo, vámonos.

Emma cogió su neceser y lo metió en su bolso. Jessie me dio un beso pero me tuve que apartar cuando comenzó a colocarme bien la ropa, a decirme que tuviese cuidado, que me pusiese una chaqueta aunque tuviese frío...

—Jessie para, pareces mamá —dije riendo y Jessie se hizo la ofendida—. Nos vamos, ¡te quiero!

Le di al botón de la planta baja antes de que Jessie me dijese algo y las puertas del ascensor se cerraron. Ravi sólo colocaba bien sus cejas.

—Debo estar bien para los bombones que estarán en la fiesta —dijo con su conocido acento indio y Zuri rió.

Salimos y Tony nos enseñó el taxi que había llamado y pagado para nosotros. Le agradecimos y salimos. Nos montamos en el taxi y estuvimos esperando para llegar a un hotel donde se celebraba la fiesta.

Era como una fiesta para menores ya que siempre en año nuevo los mayores de edad se iban a beber con sus amigos y etcétera. Pero en esta fiesta estaremos gente de nuestra edad sin beber, ya que habrá algún guardia o algo vigilando. Y supongo que serán profesionales.

—Ya estamos —dijo el taxista y le dijimos gracias para luego salir de allí en silencio y quedar en la cera.

Miramos el hotel. Era bastante lujoso y bonito. Muchos adolescentes entraban y salían de lo que parecía ser la sala de fiestas.

—Espera... ¿Zuri qué haces aquí? —preguntó Emma de repente.

—Venir a mover el esqueleto —dijo moviendo las caderas divertida.

—Zuri tú no puedes estar aquí —le explicó un calmado Luke—, esta fiesta es de trece a dieciséis o diecisiete.

Zuri puso una mueca de enfado y yo me aparté un poco por si acaso.

—Ya, Zuri, ya —la calmó Ravi quien palmeaba su espalda suavemente aunque un poco apartado como yo. Zuri hacía buenas llaves.

Los demás entramos dejando a Zuri con el portero, ella estaba enfadada, pobre, no podía entrar. Sin embargo el que me daba pena era el portero y no ella, pasaría una mala noche...

Los cuatro entramos en la sala y yo abrí la boca, sorprendida.

—Guau.

La sala tenía una enorme lámpara en el techo, estaba hecha de cristal e iluminaba la sala entera. Había un escenario donde un DJ ponía remixes; la gente de nuestra edad bailaba, estaba arreglados al igual que nosotros; y una chica rubia, alta y guapa se dirigió a nosotros.

—¡Ah, los Ross! —dijo ella juntando sus dos manos con una sonrisa. Luego me miró a mí—. Anna Prescot, ¿verdad?

Asentí.

—La misma —dije sonriendo—. Encantada —proseguí y le di mano para estrecharla. Ella puso una mueca y la estrechó. Luego vi cómo se la limpiaba "disimuladamente". Aquello me molestó.

La hermana de JessieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora