33. La despedida

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FINAL DE LA NOVELA

Después de la acampada el ambiente en casa de los Ross fue genial al día siguiente. Todos aprovecharon el tiempo conmigo al máximo y yo no hice más que intentar no llorar. Pero no lo podía evitar, cada gesto que viniera de ellos provocaba una lágrima traicionera en mi ojo.

Yo decía que tenía alergia.

—¿Alergia en verano? —me preguntaba Zuri.

—Sí.

—¿Pero cómo es posible?

—¡¡TODO ES POSIBLE EN ESTA VIDA, ZURI!! ¿Vale? —y le acariciaba el pelo mientras ella me miraba aterrada.

Jessie decidió hacer palomitas para nosotros mientras veíamos una película. Todos nos acurrucamos enfrente de la pantalla de cine que tenían en el piso –los lujos de la casa también los echaría de menos, las cosas como eran– y la vimos comentando todo.

Ravi se saturaba y parecía que le hervía la cabeza del enfado porque no podía ver la película tranquilo, nosotros nos reíamos y nos burlábamos de él mientras le tirábamos palomitas a la cabeza. Él quería parecer enojado, pero alguna risilla se le escapaba en el proceso y yo no me podía sentir más feliz  en ese momento.

Añadamos que también se mejoró todo cuando Ross pasó su brazo por mis hombros y me daba algún que otro beso en el cuello haciéndome sentir muy vulnerable pero en el cielo a la vez. Sabía mis puntos débiles.

La película terminó y todos nos despedimos para irnos a dormir. Aquella iba a ser la última noche en Nueva York. Era horrible. No podía estar pasando.

Todos se despidieron de mí con un abrazo antes de entrar en la habitación como si no me fuera a ver al día siguiente, pero estábamos demasiado sensibles aunque no lo admitiésemos. Luke me dio un beso en la frente y entró en su habitación con una última mirada hacia a mi.

Yo suspiré y entre en mi habitación. Cerré la puerta y me tiré a mi cama. Quise gritar, llorar, estaba desesperada. Sentía un nudo en la garganta. No quería irme, el simple hecho de que las cosas no volvieran a ser como siempre después de subirme a aquel avión me hacía sentir demasiado triste y no sabía cómo desahogarme.

Además, me sentía insatisfecha con Luke y yo. Sentía como que no habíamos aprovechado el tiempo lo suficiente, que debimos confesar nuestros sentimientos antes...

Pero las cosas habían pasado como habían osado y no había vuelta atrás. Así lo había querido el destino. Luke encontraría a otra chica y yo probablemente a otro chico al llegar a Texas de nuevo. Me entristecía, pero así era la vida. Un ciclo.

De todas formas, yo podía decidir sobre mi destino. ¿No era así? Podía elegir entre pasar mi última noche allí tirada, con insomnio, lamentándome sobre no haber disfrutado todo lo que hubiese querido –aunque hubiera hecho miles de cosas, pero me sentía insatisfecha igual– o pasar mi última noche con la persona a la que extrañaría más, sin duda.

Me levanté de la cama, muy decidida, y salí de la habitación. Crucé el pasillo lentamente procurando no hacer ruido para que nadie saliese de su cuarto y llamé un par de veces a la puerta de Luke. Él gritó "adelante" y yo le quise pegar porque seguramente le habría escuchado todo el piso, por lo que entré muy rápido antes de que saliese nadie y me viesen enfrente de la puerta de Luke.

Él me miró, claramente confundido, desde su cama. Yo sonreí inocentemente y corrí hacia su cama para meterme en ella.

—¿Qué haces, Anna? —preguntó riendo mientras yo me tapaba con las sábanas, las cuales olían mucho a él. Eso me gustó mucho.

La hermana de JessieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora