Capítulo 71

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Narra Dean

Respiré entrecortadamente, varias gotas de sudor pasaban por mi rostro para luego caer al suelo de madera.

Los músculos apenas me respondían, no sentía nada, había llegado a mi límite. Pero no podía parar, no lo iba hacer.

Seguía dando golpes al puching como si no hubiera un mañana. Pegar, recibir, esquivar, pegar, recibir, esquivar, pegar... Así me entrenaba yo, de cierto modo era mi trabajo pero me compensaba de algún modo, pues me ayudaba a desahogarme.

Soy un jodido imbécil, está mal lo que le hago a Summer. Pero no quiero hacerle daño. Dicen que las verdades duelen pero creo que es lo mejor que puedo hacer en estos momentos.

Agotado, pues apenas sentía los músculos de los brazos, abandoné el la zona donde en esos momentos estaba entrenando y me fui directamente hacia los vestuarios. Necesitaba una buena ducha.

Fui directamente hacia mi taquilla, la cual abrí sin problema y cogí todo lo que había guardado: una bolsa con ropa limpia, toallas, jabón...

Dejé la bolsa en uno de los bancos que habían, no sin antes cerrar la puerta del vestuario, suerte que estaba solo, si alguien quiere entrar que se joda, hasta que no me haya acabado de duchar y vestir nadie va poder entrar.

Me quité la camiseta con cuidado, acto seguido repetí la acción anterior con todas las prendas de ropa que llevaba encima. Cogí una de las toallas que había traído y la dejé cerca de la ducha.

Giré la manecilla y en un abrir y cerrar los ojos millones de pequeñas gotas de agua empezaron a brotar. Suavemente me situé debajo de la ducha, era una sensación agradable; las gotas de agua recorrían todo mi cuerpo de arriba a bajo, algunas bajaban rápidamente por mi ancha espalda, otras simplemente aterrizaban en mi cabellera.

Desde luego, haberme tomado aquella ducha me había sentado fenomenal, ya no me notaba tan cargado, tan...tan tenso se podría decir. Recogí todas mis cosas y abandoné el vestuario. Me encaminé hacia la salida.

Sentí dos pequeños toques en la espalda e involuntariamente me giré. Me encontré a una chica bajita, delgada, rubia con una tez algo bronceada y unos ojos que hipnotizaban, llevaba puestos unos leggins y una camiseta blanca ajustada con una chapa que indicaba su nombre, trabajaba en el gimnasio, pero esa chica no era alguien cualquiera, esa chica era Cindy.

-Maldita sea ¿Qué quieres?-Espeté.

-Hola Deanie, o debería decir Jon...-Dijo con un tono de voz infantil mientras sonreía.

-¿Qué?-Volví a preguntar de mala manera.

-No deberías ser tan duro conmigo...-Se quejó dando algún que otro berrinche.-Ayer no te hubieras portado tan mal conmigo ¿o quizás si?-Susurró en mi oreja.

Carraspeé varias veces y suavemente la aparté de mi camino.

-Con permiso.-Me excusé.

Cindy me fulminó con la mirada y se cruzó de brazos.

-Dean, esto no va a quedar así. Te arrepentirás, lo juro.-Elevó el tono de voz por poco tiempo pues un cliente nuevo había llegado.

Negué varias veces y salí del gimnasio. Cindy ¿Qué podría hacer? Si es sólo una rubia más sin neuronas...

Pero tarde o temprano me arrepentiría de lo que esta pequeña mujercita es capaz de hacer...













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