Ella
¿Recuerdas el primer día que nos vimos? O por lo menos, yo te vi a ti.
Recuerdo que hacía un frío atroz, que no paraba de tiritar encogida tras mi gran bufanda púrpura y mi abrigo de plumas, y que estábamos a mediados de noviembre.
También recuerdo que estaba enfadada, pues mi madre me obligaba a coger el autobús público todas las mañanas para ir al instituto.
El único coche que teníamos se había roto días antes, y no arrancaba, por lo que mi madre no me podía llevar a clase.
Recuerdo que cuando subí al autobús 213 esa mañana, refunfuñaba internamente una y otra vez, maldiciendo el viejo Ibiza de mi madre.
Lo que no recuerdo, es la cara del conductor, aunque su malhumor sigue grabado en mi memoria.
Me senté en uno de los asientos del fondo, mientras observaba el paisaje tras los cristales empañados. Suspiré y exalé una gran nube blanquecina de vapor.
Qué frío hacía.
Cuando llegamos a tu parada, yo estaba perdida en mi mundo, sin hacer mucho caso a quien subía o dejaba de subir. Pero cuando levante la mirada, te vi.
Ibas con ese abrigo negro de ante que tanto llegaría a amar en los siguientes meses. Tenías las mejillas y la punta de la nariz rojas, y los labios de color rosa pálidos. Tus ojos verdes deambularon por la poca gente que nos encontrábamos en el autobús 213.
Pagaste al conductor el viaje, y comenzaste a andar por el largo pasillo.
Te juro que el frío se desvaneció de mi cuerpo; te juro que en ese momento sólo existíamos tu y yo en aquel autobús 213; y te prometo que mi corazón casi dio un vuelco cuando pensé que te dirigías en mi dirección.
Pero no. Te paraste dos filas delante, aunque mi corazón dio el vuelco igual.
Exalé y una nube de vapor mucho más grande que la anterior salió de mi boca.
Recuerdo que en aquel momento me pregunté si sería posible que una persona se enamorase de otra con tan solo verla.
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N° 213
Short StoryTodo comenzó una fría mañana de invierno en el autobús número 213. Dos adolescentes, dos confesiones, dos amores.