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Él

Al día siguiente noté algo diferente, el autobús estaba más vacío. Pero no logré hacer memoria sobre quién faltaba.


Días más tarde, durante el examen de Historia caí, tú. Me faltabas tú.


Entonces no sabía porqué le daba tanta importancia a tonterías como esas, pero las daba.


Así que a la mañana siguiente, incluso antes de pagar mi viaje, eché una rápida mirada por los asientos.


Sonreí inconscientemente al verte, pero en seguida me recompuse y bajé la cabeza. No quería que te dieses cuenta de los efectos que causabas en mí. Aunque lo creía difícil, siempre te veía en tu propio mundo.


Me fijé, en mi camino hacia mi asiento, los curiosos ojos que se asomaban tras la tela púrpura, grandes e inquietos. El castaño pelo recogido en un desordenado moño, y tus manos cogidas unas sobre otras, intentando darse calor la una a la otra.


Fracasaban. Las puntas de tus dedos estaban igual de rojas que tus mejillas.


No me dio tiempo a observar más, llegaba a mi sitio, y aunque estaba tentando a girarme y admirarte por varios minutos más, podría haber resultado un poco acosador.

N° 213Donde viven las historias. Descúbrelo ahora