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Ella


Me dejaste sin habla. Temblando. Con la mente en blanco.


Me habías hablado, y no solo eso, me habías mirado directamente a los ojos en todo momento.


No fue una imaginación mía. Lo hiciste.


Ocurrió un día que yo ya daba por perdido, me había cansado de intentar llamar tu atención.


Pero entonces entraste, y no me podía creer lo que mis ojos veían: mi bufanda púrpura, en tus manos.


No despegaste tu vista de la mía mientras recorrías el pasillo y te paraste a mi lado.


"Ten cuidado," me acuerdo que dijiste, "no querrás que se te pierda." Entonces dejaste caer la prenda en mis piernas y seguiste hasta tu sitio, con una sonrisa de triunfo.


Aquellas palabras se quedaron impresas en mi mente y me persiguieron por días.

N° 213Donde viven las historias. Descúbrelo ahora