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Ella

Ni siquiera llegué a oír al cura decir: "puedes besar a la novia" cuando ya sentí los labios de Juan sobre los míos.

Sonreí.

Y pensar en lo enfadada que estaba aquel lejano día de invierno en el que mi madre me obligó a utilizar el autobús 213... Le debía mucho.

Si el coche no se hubiese estropeado, nunca hubiese subido a aquel autobús, nunca hubiese conocido a aquel chico de mirada hipnotizante que me robó el corazón en el primer instante, y nunca me hubiese casado con el amor de mi vida.

¡Qué vueltas da la vida y qué imprevisible es!

Miré con una risa entre los labios a mi recién marido mientras caminábamos por el estrecho pasillo de la iglesia.

Sonreía, de aquella forma que a mí tanto me gustaba. Con la boca completamente abierta, los ojos achinados y con un brillo encantador.

Miraba a todos los invitados mientras corríamos para que el arroz que nos lanzaban no nos llegase a impactar.

Giró la cabeza como siempre hacía cuando se daba cuenta de que lo estaba observando, sonrió más ampliamente si podía, y acercó su boca a mi frente.

"Mi esposa" susurró antes de darme un beso.

"Es mío", pensé yo en cambio.

N° 213Donde viven las historias. Descúbrelo ahora