Capítulo 9 : La fiesta.

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Casa de las hermanas Acevedo.

Aquella mañana las hermanas Acevedo se habían despertado más tarde de lo habitual, no tenían que ir al rancho, era el día de la gran fiesta, aunque no les hacía ninguna gracia el tener que asistir debían hacerlo, ahora formaban parte de la economía de la gran familia Mendoza, pero no sólo por obligación, la señora Piedad Mendoza les había pedido personalmente que fuesen para no estar rodeada de gente que a su parecer eran buitres; era la única de la familia que les caía en gracia, los demás les parecían arrogantes, aunque Sofía sacaba de aquel saco a Arturo, con él que las cosas iban realmente bien a pesar de tener que estar ocultándose de todos, Irina estaba totalmente de acuerdo con aquella relación le parecían adorables, pero Andrea siempre le estaba advirtiendo de que como Arturo descubriese su mentira la dejaría por haberle estado ocultado todo aquello, pero sobre todo por dejar sus animales en manos de alguien que no tenía titulación alguna.

Sofía intentaba no darle importancia a las palabras de Andrea, para ella lo que estaba viviendo con Arturo era demasiado especial, se sentía como una cría pequeña que jugaba correteando con sus juguetes nuevos, estaba feliz, de buen humor casi siempre, aunque la idea de ir a aquella fiesta donde estaría Amanda del brazo del Arturo la hacía retorcerse por dentro de los celos, pero debería aguantar la compostura, al menos por aquella noche tendría que hacerlo.

En ese mismo momento: Rancho Mendoza.

En aquel rancho todo eran prisas, gritos, gente saliendo y entrando como si aquello fuese un hotel, Arturo estaba ajeno a aquellas preparaciones, no le gustaba la idea de tener que fingir delante de todo el mundo que su matrimonio era perfecto, aquella fiesta estaba diseñada para la imagen de los negocios de su padre, saldría en todos los medios una vez como el marido de Amanda, que ridiculez, pensaba el para sus adentros, lo único que le devolvía la sonrisa era saber que Sofía estaría allí, no sabía cómo, pero haría todo lo posible por estar a solas con ella.

Salió de la casa para evitar tener que ayudar con cualquier tema sobre aquella condenada fiesta, quería coger aire, aquella mañana era realmente preciosa, una vuelta por los alrededores le sentaría muy bien.

Cuando llevaba más de quince minutos andando sus pensamientos eran completamente de Sofía, así que no dudo en coger el teléfono móvil para marcarle, pero no fue necesario aquella llamada, una vez más la conexión entre los dos salió a la luz, su móvil sonaba, era Sofía, rápidamente cogió el teléfono para atender la llamada con una sonrisa en los labios que le llegaba de oreja a oreja.

-Hola. -Una voz dulce se escuchó al otro lado del teléfono.

- ¿Dónde andas chaparrita? -Contestó el sonriendo como un idiota coleándose bien el sombrero mientras caminaba por los alrededores del rancho.

-Estoy saliendo con mis hermanas para buscar un vestido para esta noche, tendré que lucir a la altura de las circunstancias ¿no? -Una tierna sonrisa salió de los labios de Sofía a la vez que explicaba lo que estaba haciendo.

-Si tú no tienes que lucir nada, tú ya eres la luz de mis días y que nunca se apagará. -Aquellas palabras así salieron de el sin pensar, era todo lo que ella le hacía sentir.

-Me encanta cuando dices esas cosas. -La voz de Sofía se apagó un poco.

- ¿Te ocurre algo chaparrita? Te noto un poco mal...-Era la sensación que le había dado aquel cambio que había dado su voz en tan solo unos pequeños instantes.

-No...no ocurre nada, pero esta noche quiero decirte algo importante. -Contestó seriamente Sofía.

- ¿Ocurre algo Sofía? -Preguntó ceñudo sin entender que podía pasar.

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