Juliet | Draco Malfoy

Capítulo 19.

-¿Qué tal este? - Levanté un libro encuadernado en cuero, las páginas eran tan viejas que se habían puesto amarillentas y arrugadas alrededor de los bordes. Draco alzó la vista sobre la pila que estaba rodeando y negó con la cabeza.

-No, recuerdo haberlo visto cuando niño. El que buscamos es grande, de cuero y letras púrpuras brillantes. Es más viejo que eso, también - Lanzó el libro sobre la montaña de libros, y siguió buscando el correcto.

Esta mañana, después de Draco y yo nos despertaramos, bajamos para el desayuno, sólo para encontrar a su padre en su trabajo en el Ministerio y a su madre en la ciudad local, organizando los arreglos para el gran baile que ella estaría lanzando el día de Nochebuena. Ella había dejado a Draco una lista de cosas que hacer, él había querido darle la lista a Nelly pero con la pobre criatura ya sobrecargada con el trabajo, insistí en que lo hicieramos nosotros.

Uno de los elementos de esta lista era encontrar un viejo libro de hechizos que había pertenecido a la tatara-tatara-abuela de Lucius. Al parecer, tenía un gran número de conjuros útiles para el baile, y después de la catástrofe del año pasado (Aunque Draco dijo que en realidad fue un éxito)

Pensé que iba a ser relativamente simple, salvo ni Draco o Narcissa podían recordar el título o en que lugar estaba de la enorme extensión de la biblioteca Malfoy. Eso significaba que Draco y yo habíamos pasado toda la mañana clasificando los libros, en una búsqueda sin fin por el momento.

Clasificamos los libros en silencio durante otros diez minutos, cuando Draco dejó escapar un gemido de angustia y dejándose caer sobre su espalda.

-¡Por el amor de Dios, hemos estado en esto por horas! - Gritó, dando puñetazos al aire en señal de frustración. -Esto sería mucho más fácil si pudiéramos usar la magia." Él rodó sobre su estómago y tomó mi mano, sonriendo descaradamente. -Sin duda un pequeño "accio" pasaría desapercibido? - Él declaró, acariciando mi palma. Aparté mi mano y le guiñé un ojo.

-No, estamos haciendo esto de la manera adecuada. Además, no quiero ser expulsada de Hogwarts. Quiero tener una carrera.

Draco levantó sus perfectas cejas y rodó sobre su espalda otra vez, cruzando las manos detrás de su cabeza.

-¿Ah, sí? ¿Y en qué ocupación tienes puesto tu corazón entonces? - Él preguntó perezosamente. Me encogí de hombros y ordené unos libros mientras hablaba.

-Bueno, no soy lo suficientemente buena en Quidditch para jugar profesionalmente - Él levantó la cabeza y trató de hablar pero yo negué con la cabeza. -No, no lo soy. Y una vez que salga de la escuela, no voy a ser muy buena en cualquier otra cosa. Así que puede sonar extraño, pero quiero ser maestra. Profesora de pociones - Metí un mechón de pelo detrás de mi oreja y sonreí ante mi ambición. Ron quería trabajar para el Ministerio, como Auror, Fred y George querían fundar su propia tienda de bromas, Ginny quería jugar Quidditch, Charlie trabajaba con sus dragones, Percy trabajaba como asistente del Ministro de Magia y Bill era un cazador de maldiciones. Yo era la única de mi familia que quería ser maestra.

Pociones era el único lugar (a excepción del Quidditch) donde me sentía como en casa. Las ollas burbujeantes e ingredientes extraños me relajaban, además me hacía sentir inmensamente más poderosa de lo que jamás pude con mi varita. Cuando estaba en tercer año, ya era capaz de gestar pociones que se enseñaban a los de sexto año, por lo tanto, me hacía un tanto la alumna favorita del profesor Snape. Él ha declarado abiertamente que sería una buena profesora de pociones, teniendo el conocimiento adecuado de la materia y la rara habilidad de controlar lo que me rodea sin necesidad de utilizar ningún hechizo. Él me ha ofrecido a menudo lecciones adicionales, las cuales yo había aceptado con gratitud, con la esperanza de que sería una muestra de mi dedicación y posiblemente me ayude en el futuro.