- ¡Estoy en casa! – Grité al entrar con mi llave, al entrar la primera persona que puedo ver es a mi hermano.
- Y yo. – Él me sonrió y corrí a sus brazos, extrañaba tanto a Marcus. Cuando beso mi mejilla sentí la molestia de su barba e hice una mueca.
- No sé cómo tu mujer te besa. – Él rio.
- Yo tampoco sé cómo Emma te besa si eres una babosa. – Yo fruncí el ceño ante la risa de mi esposa. – Ven aquí, cuñi.
- Aun dudo si eres gay. – Murmuré.
- No es para nada gay, aunque a veces lo parezca. – Bea se acercó a mí abrazándome y pude sentir su estómago sobre mí.
- Wua, es como un balón. – Dije tocando su estómago algo hipnotizada por su enorme estómago. - ¿Y hay un bebe ahí?
- Claro, tontita. – Bea me golpeó la cabeza y yo hice una mueca. – Oh, hola Emma.
- Es un gusto volver a verte Beatrice. – Mi esposa le sonrió aunque Beatrice le regalo una sonrisa falsa.
- ¿Dónde están? – Miré a Marcus.
- Ma, está en el patio haciendo una barbacoa y mamá está preparando limonada.
- Estupendo, muero de hambre. – Dije aliviada.
- ¿Me ayudas a buscar unas sillas de jardín? – Le asentí.
- Cuídense. – Les sonreí antes de seguir a mi hermano al sótano y cuarto de lavado, mientras buscábamos las sillas observe como la lavadora tenía un rallón. – Pensé que era nueva. – Dije apuntando la lavadora, Marcus me miró rápidamente antes de tomar unas sillas.
- Lo es. Sabes cómo puede ser mamá cuando las puertas no cierran. – Yo asentí tomando las sillas.
- También sé cómo es cuando algo malo pasa. – Él me miró.
- Ma, quería decírtelo luego.
- ¿Es muy malo?
- Nop, solo quiero comentártelo para que lo sepas. Ya lo solucionaron. – Él se encogió de hombros esperando que subiera y eso hice. - ¿Qué tal el sexo marital? – Cuando estábamos por llegar al patio las sillas cayeron de mis manos haciendo que todas miraran hacia nosotros, mi cara estaba ardiendo.
- ¿Podrías evitar esos comentarios en casa de nuestras madres? – Él rio entre dientes. – Por cierto, no podemos consumar por orden del médico. – Murmuré cogiendo una vez más las sillas para llevarlas al patio trasero donde mis madres me recibieron con un abraso. – Mamá, Marcus me ha estado molestando. – Mi madre frunció el ceño antes de mirar a Marcus que parecía algo sorprendido.
- Te he dicho que no sigas molestando a tu hermana, sabes que es tan sensible como Ma, tú mismo me lo dijiste.
- ¡Mamá! – Él rodo los ojos. – Ella sabe defenderse sola.
- ¡Pero no tienes por qué molestarla jovencito! – Mamá lo apunto con su dedo y yo me puse a reír.
- Siempre haciendo pequeñas travesuras, princesita. – Ma, se abrazó a mi hombro. - ¿Carne normal o de soya?
- Esta vez normal, lo lamento Ma pero necesito unas proteínas.
- Tranquila, prefiero a que estés sana. – Ella acarició mi mejilla. – Ven, ayúdame un poco. – Nos alejamos hacia la parrilla mientras los demás hablaban y se ponían al día.
- ¿Qué ha pasado con la lavadora? – Ella suspiró mientras volteaba la carne.
- Solo fue un malentendido. – Ella se encogió de hombros.
- ¿Tu secretaria? – Ella asintió mirándome confusa. – Era obvio que te coqueteaba cada vez que podía, pero sé que solo tienes ojos para mamá.
- Me alegra que lo sepas. Que ambos lo hagan.
- Te conocemos, eres nuestra madre. – Ella me sonrió y noté sus arrugas, si hace un tiempo bromeaba con que tenía una cana en su cabello aunque fuera una farsa, ahora ya no lo era y era por eso que decidió teñírselo. – Te ves linda, igual que mamá.
- Ella siempre se ve linda. – Ma, sonrió. - ¿Mañana es el día, no? – Yo asentí. - ¿Cómo te sientes con eso?
- Emma es la que debe de estar preocupada.
- Si, pero eso no evita que tu sientas algo respecto a todo. – Ella se me quedo mirando antes de volver la vista a la comida.
- Solo tengo un poco nervios y... miedo. No quiero perderla.
- Me lo imagino. No sé qué haría en tu lugar, solo queda esperar y sabes que pase lo que pase estaremos aquí siempre.
- Si te preocupa es mi salud mental, no te preocupes mucho. – Ella me miró confundida. – No me malinterpretes, la amo y todo pero me he estado preguntando si me sentiré triste porque perdí a la mujer que amo o porque perdí a alguien que estuvo para mí y tengo muchos recuerdos con ella.
- Solo tú sabes la respuesta, de todas formas piensa en que todo saldrá bien. ¿Cómo va todo en la universidad?
- Bien, los educadores diferenciales comparten clases con nosotros por una gripe así que hay más gente de lo normal.
- ¿Eso es bueno?
- Se podría decir que sí. Conocí a una chica... ¿Cameron?, sí. Es agradable pero algo extraña, no lo sé apenas almorcé con ella hace unos días. – Mi mamá asintió. – Además sabe quién soy, me refiero a que sabe sobre mis libros pero me ha dicho que no se ha acercado a mí por eso, si no que le parecí interesante.
- ¿Y no te lo crees?
- Al contrario, quiero creérmelo. – Ella me miró un momento.
- Pues hazlo, si sabe quién eres pero no se ha acercado a ti por eso, es una buena chica. – Ella me sonrió y eso me tranquilizó.
- Si, pero a Emma no le agrada. – Suspiré.
- Por lo que he escuchado no le agrada ninguna chica que este cerca de ti, sabes que eso es algo toxico.
- Lo sé, pero ya se acostumbrara, al menos eso espero. – Murmuré tratando de que aquello se cumpliera.
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Violet
RomanceViolet Hayes, una joven estudiante de psicología como una vez fue su madre y una gran artista como lo era su hermano. No era como sus compañeras de clase o incluso su novia, ella era bastante diferente a su entorno, o eso creía. A veces una persona...