Aria Ravenscroft
Fui a la cocina por unas palomitas, no estaba segura si en el siglo del que venía Ciel ya existían, pero no le haría mal probarlas si no fuese así.
Mi madre estaba en la cocina preparándose un té.
-¿Ya se van a dormir?- preguntó.
- Si, vine por palomitas.- dije.- Antes de dormitar tal vez veamos una película.
-Oye, sé que es una pregunta indiscreta, pero, ¿qué le pasó a su ojo?
-Ah, lo perdió en un accidente automovilístico.- dije.
-Vaya, pobre chico, con eso y la muerte de sus padres... Me imagino que ha sufrido mucho.- dijo mi madre.
-No tienes idea de cuánto.- dije, olvidando que se suponía que lo acababa de conocer.- Me refiero a que tienes razón.
-Date prisa y lleva esas palomitas, duérmanse temprano, no los quiero despiertos a más de las 11.
Subí las escaleras y vi a Charles saliendo de una de las habitaciones, pase de él y seguí mi camino.
Abrí la puerta de mi habitación, pero no vi a Ciel, me acerqué a la cama y me asomé hacia un lado, ya estaba en su cama. Estaba tapado con una sábana. Tenía el ojo cerrado y el cabello le cubría el parche. Se veía realmente lindo.Entonces despertó.
-Hola, lamento despertarte.- me disculpé.- Traje palomitas.
El se levantó, llevaba puesta solo la camisa. Inmediatamente me di la vuelta.
-¿Qué pasa?- preguntó.
-A pesar de que somos de épocas diferentes, hay cosas que no han cambiado. Solo... Ponte algo.- dije.
Al parecer el se dio cuenta a que me refería.
-¡Lo siento!- se disculpó.
-En el armario hay un pijama de pantalón. Era de mi hermano.- dije sin pensar.
Escuché como caminaba hacia el armario y el como sacaba el pantalón.
-Listo.- dijo.
Acto seguido me volteé. Se parecía algo a mi hermano pequeño, su estatura le ayudaba bastante. No pude evitar sentir algo de melancolía.
-Lo siento mucho.- dijo.
-No hay problema.- dije.- ¿Te gustan las palomitas?
Le acerqué el tazón. Tomó unas cuantas y se las llevó a las boca.
-Ahora sí.- dijo.
Me senté en la cama y le indiqué que hiciese lo mismo. El obedeció.
-Aria, hay algo que debo decirte.
Ciel Phantomhive
Le conté a Aria lo que había encontrado en el estudio de la mansión.
Ella, tanto como yo, no tenía ni las más mínima idea del porque se encontraban esos documentos con eso escrito allí.-¿Charles te dijo que salieras?- preguntó.
-Sí.- afirmé.
-Ese mayordomo debe saber quién manda.- dijo Aria y se levantó de la cama de golpe.
Alcancé a tomarle la mano. Ella me miró.
-Espera, debemos investigar esto con cautela.- dije.- Impide armar un alboroto.
Se volvió a sentar.
-¿Qué palabras dices que venían escritas?- preguntó.
-Ravenscroft, Phantomhive, descendientes, alianza y creo que guerra, no le recuerdo bien, pero había más, solo que no pude leerlo todo.- dije.
-Esto es serio, quiere decir que nuestro encuentro ya estaba planeado.- dijo.
-¿Crees que vaya a haber una guerra?- pregunté.
-No se.
-Tú y yo somos los descendientes de las familias mencionadas. ¿Se refiere que habrá una guerra y deberemos aliarnos para ganar?- pregunté.
-Puede ser.- dijo y luego soltó un bostezo.- Creo que lo mejor será dormir.- miró su aparato que antes llamó celular.- Son casi las 11. Mañana pensaremos con mejor claridad.
Me baje de la cama y me acosté en la mía. Me arropé con las cobijas, me quite el parche y lo deje en la mesita que estaba a un lado de la cama de Aria.
Aria apagó la luz y con la oscuridad caí en un profundo sueño.
Me desperté en la madrugada, unos quejidos me había despertado.
Me levanté y vi a Aria moviéndose en la cama. Parecía tener una pesadilla.
-No... No... Suéltalos... Déjenos en paz...- susurraba entre sueños.
Me acerqué a ella, quería ayudarla, pero no sabía si hacerlo. Es horrible estar en medio de una pesadilla y despertarse sabiendo que alguien escuchó lo que decías. Decidí no despertarla. Me quedé observándola. No sabía muy bien a qué se refería cada palabra que decía, pero me indicaba que ya lo había vivido.
-Por favor... No otra vez... Ya basta...
No pude soportar seguí viéndola, sus palabras me recordaban a lo que yo había vivido. ¿Y si le pasó lo mismo?
Sentí un gran impulso de despertarla y querer abrazarle de decirle que no estaba sola, que ya había pasado y que estaba a salvo. Me detuve justo cuando iba a tocarle. Si no me había dicho nada sobre eso era por algo. Preferí no arriesgarme.Me recosté en mi cama y volví a arroparme. Seguía escuchando sus susurros de súplica, me recordaba demasiado a mi. No podía seguir escuchándola. Hacía mucho tiempo yo no tenía pesadillas, pero sabía lo horribles que eran.
-¡Suéltalos!- gritó y escuché como sentaba en la cama y comenzaba a llorar.
Me hubiera gustado ayudarla, pero no lo hice. Me quedé ahí acostado sin hacer nada al respecto, escuchando como una amiga lloraba y se lamentaba. Pero era lo mejor para ella. Seguiría pensado que su secreto estaba a salvo. Y yo me quedaría callado, fingiría no saber nada.
Siguió llorando hasta quedarse dormida de nuevo, yo traté de dormir, pero no podía conciliar el sueño, no después de revivir la época en la que era vulnerable y débil. Me había visto a mí mismo en Aria. Entendía esa clase de sufrimiento.
Me quedé dormido pensando en la idea de que Aria hiciese eso todas las noches, lamentarse por el pasado.
A la mañana siguiente me desperté con la voz de Aria.
Se asomaba desde arriba de la cama, y mostraba una sonrisa.
-Buenos días dormilón.- dijo.
-Buenos días.- dije. Me senté y permanecí en silencio.
-¿Qué te pasa? ¡Parece como si hubieses visto un fantasma! ¡Anímate en poco! Hoy nos espera un gran día.- dijo y dio un salto desde la cama.
Se encaminó hacia el armario y comenzó a sacar ropa.Actuaba como si su pesadilla hubiese sido un sueño, como si su llanto no hubiese existido. Actuaba como si nada hubiese pasado.
Y entonces no puede evitar el sentirme aún peor, me di cuenta de lo que hacía.
Fingía que nada pasaba, que estaba bien. Lloraba en las noches y nadie se daba cuenta, fingía ser del todo feliz.
Se despertaba en la mañana y cambiaba las lágrimas de la noche por sonrisas. Ahí es cuando te das cuenta que una persona está sufriendo de verdad. Oculta el dolor del resto de las personas para no preocuparlas.-¡Levántate de una vez o se nos hará tarde!- decía entre gritos.
Me levanté y me puse el parche.
Debía actuar como ella lo hacía. Debía fingir que nada había pasado, debía fingir que no escuché su llanto y que no noté su dolor.
Debía seguir su juego, por mucho que lo odiase.
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El juego de la guerra.
FanfictionEn el ajedrez existen dos fuerzas, el ejército blanco y el negro, luchan en una guerra para conseguir derrotar al rey enemigo, hacen los mejores movimientos y sacrifican piezas para que los demás logren su objetivo, todo esto por órdenes del rey. Pe...