Capitulo 9

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Aria Ravenscroft

Había tenido una pesadilla aquella noche, volvía a tenerla, la misma de siempre, desde ese día.
Me desperté y me solté a llorar, la verdad no estaba segura de que Ciel estuviese dormido o despierto, espero que hubiese sido la primera opción, no me parecía agradable mostrarle a alguien una imagen de mí en un momento de debilidad.
Estaba acostumbrada a que eso sucediese, pero no a que alguien hubiese podido escucharme. No quería que Ciel pensara que soy débil, o peor aún, descubra el porque de mi pesadilla, la verdad de mi pasado.

Me desperté en la mañana y todavía sentía las lágrimas secas en mis mejillas, me senté en la cama y abrí un cajón, saqué un pañuelo que preparaba para esos casos y limpie mis mejilla y mi nariz. Debía aparentar estar bien.

Me levanté de la cama de un salto y abrí una de las cortinas, la luz inundó al instante el cuarto. Me volví a subir a la cama e intenté hacer que mi voz no sonase tan ronca debido al llanto de la noche anterior.

Cuando por fin lo logré me asomé por encima de la cama y llame a Ciel. Despertó, pero parecía más distante de lo usual, supongo que se estaba acostumbrando a donde se encontraba.

Después de mucho decirle que se levantase, obedeció.
Acto seguido se sentó en la cama, yo estaba eligiendo que ropa ponerme.

-¿Cómo dormiste?- preguntó Ciel.

-Bien.- dije.- ¿Y tú?

-También, tuve un sueño muy extraño, una chica no paraba de gritar.- comentó. No pude evitar entrar en pánico, ta vez me había escuchado.- ¿Qué soñaste?

-¿Ah...? Este... Soñé que estaba con mi hermano y jugábamos en el parque.- dije, no era del todo mentira, ese de echo fue el inicio de la pesadilla.

-Genial.- dijo.- ¿Qué te pondrás?

-Nada que llegué arriba d ella rodilla.- dije pensando en lo que me había dicho acerca de estar en su época.

-Ponte un vestido.- dijo.- No importa que no sea exageradamente llamativo, sólo trata de verte lo más femenina posible.

-No me voy a maquillar, no me gusta.- dije.

-Por favor, ¡hasta Elizabeth lo hace!- dijo Ciel.

-No tengo maquillaje.

-Elizabeth te puede prestar.

Saqué del armario el vestido más largo que tenía, me llagaba apenas debajo de las rodillas, es color azul marino con detalles de encaje negro, solía ponérmelo con Converse negros.

-Esto es lo mejor que tengo en cuanto a vestidos.- dije.

-Es realmente bonito.- dijo.- Aunque, no se parece tanto a los de mi época, eso me gusta.

-Está bien.- dije.- Con tú permiso me voy a arreglar.

-Claro.- dijo y salió del cuarto.

Tomé mi vestido azul, mis Converse negros, y una toalla. Además de la ropa interior.

Me dirigí al baño y abrí la puerta, dejé mi ropa sobre una pequeña mesa que estaba ahí y me metí en la tina, las detestaba, pero no había de otra.
Me enjaboné y talle el cuerpo y lave mi cabeza con champú.
Terminé de tomar el baño y salí, me sequé el cuerpo con la toalla, me puse la ropa interior y luego el vestido, tome los Converse y los puse en mis pies.

Me miré al espejo, hace un año no me ponía ese vestido, había sido un regalo de mi hermanito, mi mejor amiga le ayudó a elegirlo, si tan solo ellos estuviesen allí...

Ciel Phantomhive

Aria se iba a cambiar, así que fui afuera de la mansión. Sebastian debería estar ahí esperando mi llegada, pues fue lo que le ordené.
Y en efecto ahí se encontraba.

-Buenos días, joven amo. Veo que aún tiene puesto su pijama.- dijo con tono burlón.

-Te estaba esperando para que me vistieses.- dije.

-Como ordené.- dijo.

Subimos a la mansión Ravenscroft por una de las ventanas y Sebastian sacó de una maleta uno de mis trajes.

-No me puedo poner eso.- dije.- Estamos en una época distinta.

-Es cierto, lo siento mucho.- dijo, metió la mano en la maleta y saco unos pantalones cortos y una playera morada.

-Me encargué de realizar unas compras anoche, al parecer las monedas de nuestra época actualmente valen mucho.-dijo Sebastian.

Me estaba poniendo la ropa, era sencillo, no necesitaba la ayuda de mi mayordomo, esa ropa era mucho más simple.

-Joven amo, investigué a la señorita Aria Ravenscroft, y como esperaba en esta época si pude encontrar información acerca de ella.-dijo.

-¿Te ordené que la investigases?- pregunté irritado. No quería saber nada sobre ella, no por medio de una investigación, quería que ella me lo dijese cuando estuviese lista.

-No, lo lamento muchísimo. ¿No piensa leerlo?- preguntó.

-Claro que no. Quema esos documentos ahora mismo.- ordené.

Sebastian se quitó el guante y sostuvo los documentos en su Palma, en cuestión de segundos brotaron flamas y estos se volvieron cenizas.

-Esto no es propio de usted.- dijo.- ¿Por qué teme averiguar el pasado de la señorita?

-No temo nada, simplemente no es algo que me interese.- dije.

-Puede que a usted no, pero a mí me pareció muy curioso y divertido.- dijo entre risas.- Después de todo no son tan distintos...

-¿De qué hablas?- pregunté. Se estaba burlando de mí, odiaba que hiciese eso, solo se divertía contradiciéndome.

-Usted me dijo que no le dijese nada al respecto, lo siento, pero yo solo sigo órdenes.- dijo y sonrío.

-Ya no importa.- dije a la vez que soltaba un gruñido.

Recordé lo que había visto en el estudio y no dude en decirle a Sebastian.

-Ya veo.- dijo.- Sí gusta puedo investigar, aunque no creo poder obtener mucha información.

-Has lo que sea necesario.- dije.- Encuentra esos documentos y tráelos ante mí. Debemos averiguar qué es lo que tramaban los antiguos dueños de la casas.

-Yes, my lord.

El juego de la guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora