Capitulo 11

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Ciel Phantomhive

Elizabeth y Aria fueron a arreglarse, mejor dicho a intentar arreglar a Aria. Esa chica si sería un verdadero reto para Lizzy.
Me quedé leyendo el periódico, los secuestros de señoritas se mantenían presentes, y yo todavía no había tomado cartas en el asunto, debía darme prisa, si no la Reina podría molestarse.

Sebastian abrió la puerta de la sala de estar y camino hacia mi.

-¿Qué has encontrado?- pregunté serio.

-Me temo que tendré que darle esa información después, tenemos invitados.- dijo.

-¿Invitados?- pregunté confuso. No me había llegado ninguna carta y yo no había enviado ninguna a nadie.

Por la puerta entró un chico rubio y de ojos azules; Alois.

-Hola Ciel, cuánto tiempo sin verte.- saludó alegre.
Entro a la habitación y se sentó en un sofá que estaba a mi lado.

-¿Qué estás haciendo aquí, Trancy?- pregunté molesto.

-No estoy aquí por mero gusto, sé que, desgraciadamente, no aprecias mi presencia y no aceptas mi amistad...- dijo dolido.

-Ve al punto.- exigí.

-Eres demasiado aburrido.- suspiró.- La Reina me ha mandado una carta para que te ayude con el caso de la desaparición de señoritas. Al parecer no puedes hacer las cosas por ti mismo, Conde Phantomhive.

-La Reina no me mandó ninguna carta, además, yo solo me puedo encargar.- dije.

-Disculpe Joven Amo, pero el tiempo que estuvo ausente llegó una carta de Su Majestad.- dijo Sebastian.

-¿Estuviste fuera? ¿Dónde estabas?- preguntó Alois.

-No es de tu incumbencia.- dije.

-Mira, no sé porque me odias tanto. Solo quiero que seamos amigos.- dijo.

-Te detesto porque eres desagradable.- dije y me levanté.

-¿A dónde vas?- preguntó.

-A la sala de juegos. Estoy demasiado estresado.- dije.- Deberías venir, así hablaremos sobre el caso.

Salimos de la sala de estas y nos dirigimos a la de juegos.

-¿Juegas billar?- preguntó.

-Si, ¿sabes jugar?- pregunté.

-No, prefiero las cartas. Juguemos cartas.

Sebastian me pasó unas cartas y les dejé sobre la mesa. Alois las empezó a barajar, las repartió y empezamos el juego.

-¿Y tú mayordomo?- pregunté mientras él pensaba su siguiente movimiento.

-¿Claude? Está afuera, el y tu mayordomo no se llevan muy bien.- dijo.

Sacó una carta y la colocó sobre la mesa.

-Deja de hacerte el tonto conmigo.- dije.

-¿De qué hablas?- preguntó confundido.

-Es obvio que tú estás detrás de los secuestros.- dije.

-Mira, pensé que podrías decir eso, y no te culpo. Es verdad que aprecio la belleza, pero no me voy con cualquier chica.- dijo en tono pícaro.

-¿Cómo  sé que dices la verdad?- pregunté.

-Confía en mí.- dijo con una sonrisa en su rostro.

-Gracias, pero prefiero no hacerlo.- dije.

La habitación quedó en silencio unos instantes, pero Lizzy irrumpió en ella y me corrió a abrazarme.

El juego de la guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora