Capitulo 10

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Ciel Phantomhive

Salí de la habitación, no sin antes asegurarme de que Sebastian se hubiese ido de la mansión.

En el pasillo no había nadie, noté como la puerta de la habitación de Aria comenzaba a abrirse. Aria salió de ahí con el vestido que me había mostrado, se había puesto unos tenis negros.
Me acerqué a ella.

-Se ve muy bien, my lady.- dije a la vez que extendía mi mano.

Ella extendió la suya y yo la tomé, era delgada, pude notar que tenía puesto un anillo con una piedra negra.
Bajamos las escaleras a la par y una vez abajo Aria se asomó a la cocina.

-Mamá, Ciel me invitó a desayunar a su casa. Vuelvo en la tarde, estaremos platicando un rato.

-Claro, vayan con cuidado.- dijo su madre.- Ya extrañaba verte con ese vestido, me trae muchos recuerdos.

Salimos de la mansión y nos internamos en el bosque, ya casi nos sabíamos el camino de memoria, solo era cuestión de ir en línea recta hasta ver un rayo de luz entre l penumbra de los árboles.

En cuanto llegamos a la entrada noté que el carruaje de Elizabeth se encontraba ahí.
Subimos las escaleras de la entrada y llamé a la puerta.

Salieron corriendo Meyrin y Finny.

-¡Joven Amo, que bueno que llegase! La señorita Elizabeth está esperándole, no para de preguntar por usted y esta decorando toda la sala de estar...

-Ahora no...- me quejé.

Le indiqué a Aria por donde ir y llegamos a la sala de estar, estaba llena de listones, peluches y parecía que Lizzy había montado una fiesta del té.

-¡Shieru, hasta que llegas!- gritó Lizzy y se abalanzó encima mío. Miro a mi lado derecho y vio a Aria.- ¿Quién es ella?

-Es una socia.- dije.

-¿Qué se supone que está haciendo aquí?- preguntó con un tono de celos.

-Mucho gusto, como ya le dijo el Conde, soy la Condesa Ravenscroft, su nueva socia. ¿Con qué usted es su prometida? ¡El Conde me ha hablado mucho de usted!, ¡es más hermosa de lo que imagine!- dijo Aria. Hizo una gran actuación.

-Oh, mucho gusto, soy Elizabeth Midford. ¿Shieru estuvo hablando de mi? ¡Qué lindo!- dijo.- ¿Eres Ravenscroft?

-Así es.- asintió Aria.

-Vaya, siento mucho lo de tus abuelos, eran unas buenas personas, eran amigos de mi familia y creo que lo fueron de la de Ciel.- dijo.- Lamento tu pérdida.

Aria pareció confundida por un momento. Le di un pequeño codazo, apenas visible.

-Ah... Si, muchas gracias. A decir verdad ya les extraño mucho.- dijo.

Seguimos platicando y mande a Bard y Finny a recoger el desastre de Elizabeth.

-Tu vestido deja ver bastante.- comentó Lizzy.- Y no llevas maquillaje. ¡Déjame ayudarte a arreglarte!

-Eh... No lo creo... No me gusta mucho...- dijo Aria.

-¡Por favor! ¿Verdad que debería hacerlo Shieru?- me preguntó Lizzy.

-Si, no le vendría mala reglarse un poco señorita.- dije.

-De acuerdo, solo porque ustedes me lo piden.- accedió Aria y se dirigió con Lizzy a la planta alta de la mansión.

Aria Ravenscroft

Subimos unas escaleras amplias y llegamos a una habitación donde había un armario que no cerraba por la cantidad de prendas que había dentro.

-Veamos qué puedo hacer.- dijo Lizzy mirándome detenidamente.- Primero que nada, ¿traes puestos unos tenis? No son de una señorita, te daré unos de mis tacones, te quedarían bien unos negros, le quedan al vestido.

Me pasó unos tacones no muy altos, eran perfectos, no costaba caminar en ellos.

-Siguiente; unas medias, nuestras demasiado tus piernas.- dijo.

Si supiera que llevaba puesto ayer...

Me puse unas medias negras que me pasó.

-Y por último; unos guantes, son muy elegantes.

Me puse lo guantes. Me miré en el espejo y me sorprendí a mí misma, me veía como una verdadera Condesa del siglo XIX. Era elegante y seguía siendo mi estilo.

-¡Te ves hermosa! Solo falta el peinado y tu maquillaje.- dijo Elizabeth emocionada.- ¡Está es mi parte favorita!

Me sentó en una silla frente al espejo y comenzó a cepillar mi larga cabellera negra. Primero me hizo un peinado como el suyo, pero no me quedo para nada, después hizo un chongo extraño en lo alto de la cabeza, y tampoco me quedo bien. Al final me dejó con el cabello suelto, lo cepillo y me puso unos pasadores azules en el flequillo.

-No pude hacer mucho por tu cabello, no te quedan los peinados que sé hacer.- dijo Elizabeth.

-No te preocupes.- dije.- Me gusta así.

Tomó un labial rosa y me lo puso. Al instante me lo limpió con una toalla, probó con un color rojo, pero era muy atrevido, ninguno parecía quedarme, hasta que yo sugerí un simple brillo labial. Ese me quedo perfecto.
Me puso rímel negro y delineador. Agregó algo de rubor rosa a mis mejillas, e hizo un signo de aprobación con la cabeza.

-Estas lista. Ahora luces como toda una dama.- dijo.- No entiendo por qué no te gusta maquillarte, te ves hermosa.

-Gracias.- dije y sonreí.

Salimos de la habitación y bajamos al primer piso, Ciel estaba en la sala de juegos, tenía unas cartas en las manos, y estaba jugando con un chico rubio, estaba de espaldas a la entrada así que no le pude ver la cara.

Elizabeth se acercó corriendo hacia Ciel, traté de tomar su brazo para detenerla pero era más fuerte de lo que pensaba. Tomó a Ciel por el cuello y le comenzó a abrazar.

-¡Aria ha quedado bellísima! Tienes que verla Shieru.- dijo alegre.

-Elizabeth, estoy en medio de una junta de negocios, no puedo atender estos asuntos ahora.- dijo Ciel notablemente molesto.

-Tranquilo Ciel, deja que tu prometida te muestre a su amiga.- dijo el chico rubio, tenía una voz dulce.- A mí también me gustaría verla...- dijo a la vez que se volteaba hacia la entrada.

Me miró fijamente, noté como analizaba cada mínimo detalle de mi. Después de un rato esbozó una sonrisa, no era una amigable, era una perversa. Tramaba algo.
Yo conocía a ese chico, era nadie más que el Conde Tracy. Me quedé callada, me sentía extraña, me miraba como si no le pudiese ver.

El chico se levantó y se acercó a mí.
Ciel y Elizabeth solo se limitaban a mirar desde lejos.

-Mucho gusto, soy el Conde Trancy. Llámame Alois.- dijo mientras una sonrisa se dibuja a en su rostro.- ¿Qué nombre le pertenece a tan bella dama?

-Soy Aria Ravenscroft, es un placer conocerle.- dije de forma educada.

-El placer es todo mío.- dijo y no pude evitar sentir un escalofrío recorriendo mi espalda.

El juego de la guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora