Ciel Phantomhive
Después de dejar a Aria y en su habitación y arroparla, fui directo a la mía y me quede profundamente dormido, estaba durmiendo tranquilamente hasta que escuche unos gritos salir de fuera de mi habitación.
Me alarmé, tal vez alguien había entrado en la mansión, pero eso era imposible, Sebastian no lo permitiría, lo que sea que estuviese pasando había salido de algo que se encontraba dentro desde un principio.
-¡Ayuda, que alguien me ayude!- escuché un grito. Era la voz de Aria.- ¡No quiero estar aquí! ¡Ayuda, sáquenme de aquí por favor!
Me levanté lo más rápido que pude y lancé las sábanas al suelo, Aria estaba en peligro, algo le estaba pasando, debía correr para ayudarla.
Giré la manija de la habitación de al lado, pero estaba cerrada, traté de forzar la cerradura, pero era inútil.
-¡No puedo, ya no quiero!- gritó desde dentro.- ¡Alguien que me ayude, por favor...!
Definitivamente algo malo le estaba pasando, o alguien le estaba haciendo daño... No se que me sucedió, pero en el momento que esa simple idea cruzó por mi mente un impulso se apoderó de mi, no podía permitir que la lastimasen, le dí una patada a la puerta y esta se abrió. Al final de cuentas las clases de Taekwondo por parte de Lau sirvieron de algo.
En cuanto entré me miró, nadie la estaba lastimando, estaba sola, tirada en el suelo, llorando. No tuve ni la menor idea de como debía reaccionar, solo la abracé.
-¡No me toques!- gritó a la vez que intentaba empujarme.- ¡Aléjate de mi! ¿Ellos te mandaron, no es así?
Tenía miedo, estaba aterrada, ni siquiera quería que la tocase. No sabía a que se refería con ellos, pero sabía que no era nada bueno. Tal vez había tenido una pesadilla.
-Tranquila Aria, todo está bien.- le dije suavemente.
-No, no, nada está bien... ¿No lo ves? ¡Están muertos! Ambos... Están...- dijo, pero comenzó a llorar- ¡Por culpa de ellos están muertos!
-Aria, tranquila. Todo está bien. Soy yo, Ciel.- dije.- Estás bien, no pasa nada.
Al parecer reaccionó ante la situación, pues dejó de llorar por un momento, para después soltarse en llanto y poner su cabeza sobre mi hombro.
-Ya estoy aquí. Estás conmigo.
-Ellos... Los volví a ver... Estaban... Estaban...- empezó a decir, pero de un momento a otro guardo silencio y volvió a llorar.
-No hables más.- dije, y la tomé del hombro.- No tienes que decir nada más.
-Tengo miedo.- dijo entre sollozos.- No lo quiero volver a ver...
-No es real.- dije.
-No ahora, pero lo fue.
Entonces comprendí todo, había tenido una pesadilla, acerca de su pasado. Seguramente la misma pesadilla de la otra noche.
-Ya pasó, ahora estás conmigo. Estás a salvo.- dije mientras acariciaba su cabello.
-Perdón.- dijo de repente.- Se supone que tu no deberías haberme visto así.
-No te preocupes.
-Hablo en serio, no debiste haberme visto en este estado, tenías que cruzar esa maldita puerta.- dijo llorando.- ¡No quiero que me veas como una chica débil, porque no lo soy!
Tenía miedo a que yo conociese su pasado, ¿tan terrible era? Tal vez, y era lo más probable.
-No te veo como una chica débil, al contrario.- dije.- Eres una chica muy fuerte, el hecho de reservarte tú dolor para ti misma y sonreír todos los días es algo muy valiente. Te admiro, de verdad.
-Soy tan patética.- sollozo.
No podía soportar que se dijera esas cosas, ¿no veía lo grandiosa que era?
-Nunca en tu vida vuelvas a decir eso.-dije.- Eres una persona maravillosa y la humana más valiente que he conocido.
Noté como una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.
-Gracias...- dijo.- Gracias por haber venido... La verdad es que estaba muy asustada... Todo se tiñó de color carmesí por unos momentos...
Sus ojos comenzaban a humedecerse de nuevo.
-Creo que debes dejar de pensar en eso. Lo mejor será que duermas, mañana será un día muy apurado.- dije tratando de animarle.
-Si, creo que tienes razón.
Retiró sus manos de mi cuello y se levantó con cuidado, se veía roja de tanto llorar, no alcanzaba a ver muy bien sus ojos, pero se veían inchados, mientras se levantaba yo la imité, parecía un poco aturdida por el cambio brusco de posición, parecía estar mareada, así que la tomé por los hombros.
-Déjame ayudarte.- me ofrecí.
Le ayude a entrar en las cobijas, y me senté a su lado, en un borde de la cama.
-Ciel... ¿Esto podría quedar entre nosotros dos?- preguntó.- No me gusta la idea que las personas sepan acerca de todo este asunto...
-No te preocupes, puedes confiar en mí.- dije y le dediqué una sonrisa.
Estaba a punto de levantarme, pero Aria tomó mi mano y en seguida yo volteé.
-¿Podrías quedarte aquí hasta que me duerma?- preguntó tímida.
-Por supuesto, deja de preocuparte, yo te cuidaré a partir de ahora.- dije.- Que tengas dulces sueños.
-Espero que eso se haga realidad.- dijo y cerró sus ojos.
Había tomado su mano, estaba cálida, a pesar de todo, siempre parecía que nada le ocurría, ¿cómo se las ingeniaba para lograr tal resultado? Es un enigma.
Sostenía mi mano fuertemente y la apretaba contra la suya, hasta que llegó un momento en que dejé de sentir presión; ella se había dormido.
Me quedé mirando un momento nuestras manos, cuando pude notar un pequeño brillo en su anillo, y no sólo en el suyo, si no también en el mío.De la nada me comencé a sentir mareado y escuché una voz hablarme a lo lejos.
Deben darse prisa, el tiempo se acaba. Encuentren al portador del tercer anillo, no podrán salir victoriosos en la guerra si los tres líderes no están unidos.
El reloj no se detiene, cada segundo vale oro, el fin se acerca.
Solo ustedes pueden evitarlo.
Recuerda: El enemigo a veces es quien menos te lo esperas.
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El juego de la guerra.
FanfictionEn el ajedrez existen dos fuerzas, el ejército blanco y el negro, luchan en una guerra para conseguir derrotar al rey enemigo, hacen los mejores movimientos y sacrifican piezas para que los demás logren su objetivo, todo esto por órdenes del rey. Pe...