Capítulo 3

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En ese momento no quería ver de que algo nuevo iba a empezar, no podía contener los nervios de mi cuerpo, ya no podía echarme atrás todo estaba decidido, lo que no sabía era que el destino tenía preparado algo para mi..

Acababa de aterrizar. Desde dentro de la cabina se podía notar el clima húmedo de la ciudad, estaba acostumbrada al calor de la costa y me había metido en un sitio lluvioso. 

Las ventanas enormes del aeropuerto me mostraban el exterior. 

Se podía ver a hombres manejando máquinas que retiraban la nieve de la pista de aterrizaje. 

En mis dieciséis años de vida nunca había visto, tocado o sentido la nieve, para mi era como estar en otro mundo diferente.

Alguna que otra vez mi padre me había prometido llevarme a verla, pero como siempre sus promesas se quedaron en el aire. 

Por mucho que me prometía las cosas yo intentaba hacerle el menor caso posible para que en un futuro no me desilusionase.

A través de ese cristal podía ver toda mi infancia y todos mis recuerdos. 

La blanquezca que transmitía el exterior hacía transportarme a mi mente y recordar toda mi vida de pequeña.

Esos momentos de inocencia en los que no sabes lo que está pasando en la vida real, ni siquiera te lo imaginas. 

La sonrisa de un bebé, de una niña pequeña es capaz de alegrar a todo el mundo y esa mirada de dulzura, de inocencia provoca la felicidad de una persona. 

Me encantaba ser pequeña y no tener que preocuparme de nada. 

Cuando somos mayores queremos volver a la infancia mientras que cuando somos pequeños soñamos con ser mayores para poder ponernos los tacones de mamá o formar una familia perfecta, ¿ qué cosas no?

''¡ Tin, tin, tin!''

La música del megáfono del aeropuerto me trajo al presente. Me había llevado veinte minutos allí parada, recordando momentos, y no había ido aún a por mi maleta. Esperaba que siguiese allí... 

Mientras andaba por los pasillos daba las gracias de que en el aeropuerto hubiesen carteles de indicación, ya que sin ellos o hubiera durado allí dentro ni cinco minutos. 

Los pasillos eran enormes, uno sólo podría equivaler a mi casa. 

Para no perderme seguí a las personas que estuvieron en mi vuelo, así todo sería más fácil.

Tras tres pasillos y dos giros hacia la derecha por fin llegué a mi destino. 

La cinta ya estaba en movimiento ahora solo tenía que esperar a que mi maleta rosa con el lacito de flores, que le había puesto para reconocerla, saliese de esa pequeña puerta. 

No quería pensar en el hecho de que mi maleta se hubiese perdido en otro vuelo o que se hubiese roto algún frasco de colonia de dentro. 

Cerré los ojos para no pensar en ello y después de cuatro maletas, estilo inglés antiguo, salió ese pequeño lazo enganchado a la maleta rosa. 

Me avalancé a cogerla, no recordaba que pesase tanto, casi se me hacía imposible levantarla.

- Yo te ayudo.

Un muchacho muy guapo, de pelo corto y ojos celestes me ofreció su ayuda con una gran sonrisa en la cara, al coger la maleta se podía ver cómo se marcaban los músculos de sus brazos através de la camiseta. 

Tenía un acento no muy peculiar, pero por lo que se veía hablaba el español muy bien.

- Ah, mmm.. gracias.

No sabía que responder porque para cuando lo hice ya mi maleta estaba posada en el suelo sobre sus ruedas.

- Soy Finn, por cierto.

Su voz dulce y suave, y esa sonrisa que no se le quitaba de la cara en toda la conversación. 

Seguí fijándome en su acento, no sonaba muy español pero era muy preciso y la pronunciación era perfecta, demasiado perfecta para que fuese español. 

Su nombre ya me dio una pista, no podía quitarme de la cabeza la pregunta de dónde sería ese chico...

- Yo soy  Lucía, pero puedes llamarme Lucy.

A penas podía vocalizar, la vergüenza se apoderó de mí. Nunca había estado tan vergonzosa delante de un chico, pero Finn, al hablarme, me miraba directamente a los ojos. 

A demás de vergüenza me transmitía confianza.

- Oye, ¿ de dónde eres? Siento ser tan brusca, pero tu acento es diferente y desde que empezamos a hablar no paro de preguntármelo.

Ya esta, ya lo solté, el ridículo más grande de mi vida. Podía sentir como la sangre recorría hacia mis mejillas provocando que se pusieran rojas en menos de dos segundos. 

Inmediatamente vi cómo una risa salió de sus labios, me quedé un poco perpleja ante su reacción. 

No sé, esperaba un '' ¡Qué directa!'' o algo así, supongo que la gente no es igual en todos lados. 

Notó la vergüenza que estaba pasando en ese momento por lo que contestó rápidamente.

- Veo que eres muy observadora, la verdad es que no soy español, soy de aquí, de Londres, pero estudio el idioma desde que tenía cinco años.

- Pues para ser inglés pronuncias muy bien mi idioma.

Otra sonrisa se reflejó en su cara, pero esta vez con u poco de vergüenza.

- Me alegro de haberte conocido, por mala suerte tengo que marcharme, ¿ me darías tu número? Ya sabes, para  mantenernos en contacto y  así podría ser tu guía turístico particular...

¡ Qué simpático!, guía turística particular, la verdad es que me dejaría ser guiada por él en Londres, no le prestaría mucha atención al paisaje pero sería divertido.                 

Saqué mi móvil del bolsillo y asintiendo le di mi número. Nos despedimos, tenía prisa, pero al alejarse podía ver cómo se giraba para buscarme entre la gente y sonreír. 

Desde que me bajé de el avión todo había sido bueno para mi, primero la nieve y ahora Finn, por fin la buena suerte me acompañaba.

ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora