Capítulo Cuatro

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Capítulo Cuatro.

Este era un hermoso pecado...

¿Cómo podía sentirse tan bien, algo que es tan impuro y prohibido?

Observaba como la chica pelirroja recogía con una sonrisa las flores del jardín, ella tarareaba una canción dulce y tierna mientras sus niños corrían alrededor de sus piernas. Gerad tenía al niño entre sus brazos, Mientras que May tenía a la niña abrazada entre sus finos bracitos.

Las sonrisas de ellos eran tan parecidas que podía jurar ante el mismísimo Dios que era su perfecta creación. América se dejó caer al pastizal largo, y todos la siguieron mientras fingían hacer ángeles de nieves entre la cálida hierba.

A ella solía gustarle la lluvia—recordé.

¿Habrá cambiado eso también para mi querida América? ¿Gustará ahora caso de la calidez ante su rostro y su cuerpo? ¿Amará el calor de hogar? ¿La tibieza que le otorga su hombre abrazándola hasta quedarse dormidos?

Mientras esos pensamientos me comían vivo, estaba detrás del ventanal observando las sonrisas tan ajenas que pudieron ser mías desde un principio. Tuve el tesoro entre las manos, pero por pequeñas fallas se me había resbalado...

Mi postura firme y rígida de rey, se veía corrompida ante tanta dulzura... ¿No podía merecer algo de amor?

Cerré mis ojos, tratando de recordar como se sentía estar así... con ella, riendo y discutiendo; amándonos entre cada suspiro que dábamos.

Debía aceptar que era un maldito romántico empedernido.

Cuando abría mis ojos, ellos seguían riendo bajo mis pies. Se veían pequeños por la distancia que imponía el destino, pero no tan lejanos porque yo los tenía aquí ahora.

Los ventanales de mi estudio y la prominente altura era lo único que impedía que fuera corriendo a ella, y le dijera cuanto la quiero.

—En verdad, ¿Es eso lo único que te lo impide, Maxon? —mi subconsciente empezó a reprochar.

No.

No era lo único en realidad. Estaba Kriss, la corona y la maldita descendencia. América terminaría odiándome de cualquier manera... Ella está aquí sola para que yo la preñe tal y como un animal en celo.

Me dolía decirlo.

Me dolería hacerlo.

¿Pero tengo otra opción?

No, yo nunca tenía segundas opciones.

Fue la rabia junto con los celos los que me invadieron cuando vi que un guardia se acercaba a América y sus niños. La pequeña niña corrió a los brazos de él, y América vio la escena con una sonrisa digna de una madre. May sonrió también, y cuando la niña estuvo sola entre las hierbas, ella le ofreció al pequeño envuelto en pañales quien aplaudía ante la imagen de él.

El besó las mejillas regordetas del niño antes de ayudar a América a ponerse de pie proporcionándole apoyo, y luego la apegó a su pecho... Ambos tenían la mirada perdida entre ellos mismos... Espacios invisibles me venían a la mente, entre ellos ya no existe imposibilidad para estar juntos.

Ellos pueden ser felices.

Mis puños estaban pálidos de la fuerza y la rabia con las cual clavaba mis uñas en él. No podía evitar sentirme un maldito idiota ante ellos.

Me sentía engañado y humillado por América Singer en una segunda oportunidad que me estaba dando la vida cruel... Que ante mis ojos demostraba lo malvado y perverso de mi corazón endurecido al pasar de los años.

Sin (A Kiera Cass Novel FanFiction) #WWADonde viven las historias. Descúbrelo ahora